Que Charles Robert Redford Jr. fuera hijo único no hizo de él un niño mimado, pero sí rebelde, algo que preocupaba a su estoico padre, un lechero reconvertido en contable de la Standard Oil, y a una madre cariñosa entregada a las labores de un hogar católico. Medianamente se resolvía por su liderazgo como capitán de los equipos de béisbol y fútbol americano del Van Nuys High School, que le servía para huir de la falta de estímulos de Los Ángeles, gracias a una beca. Una fortuna que se revirtió por darle a la bebida, acuciado por la muerte de su madre, por una sepsis, y de su tío favorito, al servicio del general Patton en la IIGM.
Desnortado, pero con ganas de que la vida le enseñara a golpes, hizo autostop a Nueva York y desde allí, voló a Francia. Con 20 años, se plantó la boina en París, cogió las pinturas que tan bien se le daban y, sin hablar francés, se apuntó a la École des Beaux-Arts con la intención de ser artista y acabar con los fantasmas. Mientras vendía sus obras a turistas, que le creían parisino, tuvo tiempo para cuestionarse sus ideas políticas, en fase de maduración, que posteriormente le convertirían en un activista a favor del medioambiente, del 'Time’s Up', del buen periodismo y en contra de Bush Jr., Trump y esos políticos en constante "carnaval absurdo".
Quedándole pequeño el país galo, pero grande Europa, Redford volvía a casa. Antes, quiso celebrar el Año Nuevo del '56 en Roma donde una mujer, a la que apodaban “el animal más bello del mundo”, se le acercó en un bar y, susurrando “¡Feliz Año Nuevo, soldado!”, lo besó como años después besaría él en sus películas.
'Propiedad condenada' y 'La jauría humana' fueron sus dos primeras grandes películas en una industria que no terminaba de confiarle mucho metraje. Los rodajes no fueron una fiesta, pero las buenas migas con Jane Fonda, permitieron que esta sintiera la esquizofrenia del que quiere ser actor, pero sufre la egolatría y la inestabilidad emocional/económica de una carrera bajo los focos.
A su vuelta, 'locomotora Redford' rodó 'Descalzos por el parque', 'Butch Cassidy and the Sundance Kid' y 'El candidato'; le dijo no a 'La semilla del diablo' y casi consiguió el papel de Al Pacino en 'El Padrino'; tonteó con la Streisand en 'Tal como éramos' (basada en un romance gay); mejoró el "timo de la estampita" junto a Newman en 'El golpe', logrando su primera nominación al Oscar como protagonista; le ganó su papel de 'El gran Gatsby' a Beatty, Nicholson y McQueen; "destapó" el escándalo Watergate junto a Hoffman en 'Todos los hombres del presidente'; denunció el corrupto sistema penitenciario de Arkansas en 'Brubaker' y creó su productora, Wildwood Enterprises.
El Oscar llegó en 1980, pero como director. Donald Sutherland y Mary Tyler Moore cargaron con el drama de una familia americana modelo que se sobreponía a la muerte de un hijo. Logró todos los premios y con el subidón siguió soltando lastre y fundó el Instituto Sundance, un festival en verano y exclusivo centro de esquí en invierno, que ha acabado convirtiéndose en la cita de cine independiente más importante actualmente. Para terminar la década, su amigo Pollack le regalaba aquel lavado de cabello a la Streep en una 'Memorias de África', orquestada por John Barry, y se separaba de Lola.
Su relación con Debra Winger (coprotagonista en 'Peligrosamente juntos'), no duró. La brasileña Sonia Braga le robaba el corazón durante siete años y el rodaje de 'El río de la vida' le servía para sobreponerse de la separación, mientras reflexionaba sobre padres e hijos, con Brad Pitt. En los 90, con 'Propuesta indecente', 'Íntimo y personal' y 'El hombre que susurraba a los caballos' pasaba el relevo, mientras disfrutaba de la crianza de purasangres en su rancho utaheño de Provo.

