Texto_Bru Romero
Puede que la Casa Batlló, La Pedrera-Casa Milà, el Palacio Episcopal de Astorga o la Villa Quijano, popularmente conocida como El Capricho, hayan intentado opacar a la verdadera obra arquitectónica que quitó el sueño al de Reus, pero aunque bien jugado... no lo han conseguido.
La belleza de sus líneas y lo innato de la geometría y volumen de estos edificios modernistas nada tienen que hacer con la inclasificable Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona. Obra emblemática (e inacabada) del bueno de Antonet, como le llamaba cariñosamente su familia, iniciada en 1882 y el monumento más visitado de España.
Una proeza de la arquitectura más contemporánea que acaba de lograr alcanzar los 162,91 metros de altura, tras la instalación del primero de los segmentos que conformarán la cruz sobre la torre de Jesucristo. Un primer paso que la convierte en la iglesia más alta del mundo, hasta ahora en poder de la Ulmer Münster, de Alemania, con nada más y nada menos que 161,53 metros.


Así, el bello edificio sigue avanzando hasta su muy cercana finalización, según fechas oficiales, en 2026, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Gaudí. Un ambicioso proyecto, el sueño de toda una vida para el artista de Reus, que a pesar de su intención de aumentar su perfil hasta los 172,5 metros, con la colocación de los elementos que aún faltan, no vulnerará la voluntad de Gaudí, acerca de esta obra, que prohibía a aquellos que terminaran la Sagrada Familia a superar los 173 metros de la montaña de Montjuïc, porque ante todo era una persona humilde con la propia naturaleza. Genio, figura y un verdadero testimonio de perseverancia y resistencia.