Nunca he entendido los programas de lucha libre americana que, desde pequeño y sobre todo con la llegada de las televisiones privadas, poblaban la programación a diario durante las eternas mañanas para cubrir interminables horas de emisión. Y no lo entendía porque nunca supe ver más allá del espectáculo totalmente coreografiado que se planteaba sobre un ring de boxeo, en el que los contrincantes, totalmente metidos en sus diferentes papeles, desarrollaban todo tipo de artimañas, saltos y embestidas voladoras cuyo fin era conseguir que el oponente se rindiese irremediablemente a las virtudes boxísticas del contrario. Siempre pensé que el público objetivo de este tipo de combates era el infantil que, carente de toda crítica, era capaz de emocionarse con semejante espectáculo. Mi sorpresa llegó a la admiración absoluta cuando descubrí que la mayoría de los espectadores que disfrutaban con semejante puesta en escena era gente adulta, e incluso, mayor (de entre 40 y 70 años), que solo buscaban un rato de evasión en sus vidas gracias a estos combates tan preparados. El punto álgido de la sorpresa llegó cuando supe que en Estados Unidos, los llamados estrellas del ring, como Hulk Hogan, Edge, Rey Misterio, Triple H, Randy Orton o Ric Falis, no solo eran los personajes más famosos del país, sino que sus piruetas, tanto en directo como a través de la televisión, les había convertido en millonarios que disfrutaban enorme mente con esos personajes creados y habían sido capaces de transformar sus anteriores personalidades como jugadores de béisbol o fútbol americano en verdaderos ídolos. Eso sí, todos federados y bajo la tutela y atenta mirada de la WWE (World Wrestling Entertainment), un organismo nacido en el año 1952 que vigilaba que todo funcionase a la perfección.
Antecedentes, un poco de historia
Si buscamos unos orígenes concretos a este fenómeno, las diferentes bibliografías nos remiten al siglo xix, concretamente a los carnavales y a los espectáculos de music hall, en los que se representaban escenas de lucha y tenían lugar demostraciones de forma física y fuerza entre dos contrincantes. Uno de los combatientes hacía el papel de heel (o rudo), mientras que el otro, el de face (o técnico), y en sus peleas abanderaban el papel de villano y héroe respectivamente. Estos mismos roles continúan actualmente formando parte de los exitosos espectáculos de Wrestling.
Sin embargo, si somos realmente exactos, los orígenes de la lucha libre hay que buscarlos en la antigua Grecia, donde era uno de los deportes más famosos de la época y movía a las masas enfervorecidas a favor o en contra de uno de los contrincantes. Tal fue la magnitud de sus combates que fue la primera competición deportiva en ser incluida en los Juegos Olímpicos que no consistía en carreras.
En paralelo a esta disciplina, totalmente vinculada al entretenimiento, los romanos crearon una versión más sanguinaria, en la que también dos hombres (denominados gladiadores), muchos de ellos prisioneros de guerra, esclavos o criminales, se enfrentaban con diferentes armas en combates públicos como gran entretenimiento del público. El único inconveniente o ventaja, según se mire, de esta disciplina era que muchos de estos combates podían ser a muerte y las remesas de gladiadores se renovaban de continuo.
El caso mexicano, todo un fenómeno cultural
Si bien la lucha profesional que conocemos principalmente por la televisión es la semiprofesional americana o japonesa, la lucha libre mexicana es una práctica semideportiva, con características de espectáculo, que ha traspasado fronteras. Todos identificamos esta modalidad porque sus contrincantes, no todos, portan una máscara personalizada y un atrezo profesional que los ha elevado a la categoría de héroes, sobre todo en el país centroamericano, aunque también se desarrolla en otros países de Sudamérica con sus particularidades propias. De hecho, estas máscaras de brillantes colores y expresiones agresivas forman parte integral del folclore popular y ya son parte imprescindible de su acervo cultural.
Sin embargo, la curiosidad esconde a veces situaciones menos populares o más desconocidas que prácticamente solo se conocen dentro de las fronteras de países como, en este caso, México. Me refiero a fenómenos como Cassandro (Saúl Armendáriz, El Paso), el luchador exótico (un hombre vestido de drag) que comenzó una exitosa carrera sobre la lona en los años 80, tras haber triunfado como luchador profesional, y que se convirtió en el primer homosexual en participar y triunfar en un espectáculo en el que por encima de todo prevalece el papel de macho triunfador. Sus comienzos en la tarima como luchador bajo el nombre de Mister Romano fueron solo el camino para adentrarse en esta disciplina, en la que finalmente adoptó su papel más conocido, el de Rosa Salvaje, ya como luchador exótico. El nombre de Cassandro vendría unos años después como profesional de la lucha de los exóticos.
Su vida, en un documental y una película de éxito
La sorpresa del fenómeno Cassandro no hubiera llegado a más si su particular carrera y dedicación no le hubiesen llevado con el tiempo a protagonizar numerosas entrevistas en Estados Unidos y Gran Bretaña. Sin embargo, es en México, país en el que es todo un referente cultural patrio, donde consiguió sus mayores triunfos como personaje exótico, éxitos que en la mayoría de las ocasiones estaban totalmente enmascarados en grandes cantidades de rímel y maquillaje bajo los que se escondía un ser humano de enorme corazón. La directora Marie Losier rodó un documental sobre su vida, que llevó a Cannes en 2018, en el que se desgranan las peripecias de este Liberace de la lucha a través de entrevistas a su entorno y a él mismo. No obstante, no podemos dejar de recomendar el descubrimiento de la película Cassandro, un poco perdida dentro del catálogo de algunas plataformas, que rodó en 2023 el director Rogers Ross y que protagonizó el actor mexicano Gael García Bernal. Nadie mejor que él pudo haber dado vida a este fenómeno social al que llevó fielmente a la pantalla repleto de sensibilidad y amor, y en el que puso sobre la mesa, sin ningún tipo de tapujos ni miramientos, todos sus miedos y adicciones. «Interpretar a este personaje me permitió descubrir más sobre mí mismo. Además, fue muy divertido y complejo porque no era simplemente un superhéroe, ya que se trata de una persona que interpreta a un personaje para descubrir quién quiere ser», comentó en el estreno en 2023.
No podemos dejar de subrayar la importancia de películas como Cassandro en favor de la comunidad LGTBI+, puesto que pone en valor el inestimable trabajo de personajes como este que sufrieron en su vida los sinsabores de una sociedad que no tenía un sitio para ellos. «Por años me costó que el público, en especial el masculino, dejara de catalogarme como un hombre gay y viera mi talento», confesó en una entrevista. Hay quien asegura que con sus plumas, adornos y atuendos glamurosos el deportista es visto como una crítica al machismo en la cultura mexicana. Pero más allá de las críticas, Saúl consiguió, por encima de todo, liberar. El campeón, que superó su dependencia de las drogas, vive actualmente alejado de la lucha profesional, aunque son numerosas las ocasiones en las que una entrevista nos refresca la memoria de sus logros.
Igual de curioso que el caso de Saúl Armendáriz es el de las cholitas luchadoras de Bolivia, un grupo de mujeres de la etnia aimara que abrazan con orgullo su herencia cultural, y que han sorprendido al mundo desde que en 2012 algunos organizadores de este tipo de peleas decidieron incluir a las mujeres. Pero lo asombroso del caso es que estas luchadoras de lo cultural usan vestimenta tradicional de la chola paceña para enfrentarse entre ellas, un plus que lejos de ridiculizarlas contribuye a ensalza el valor cultural de su historia como pueblo. Actualmente, esta lucha se ha extendido a diferentes países como Perú y Argentina, y un fenómeno cultural que nació como entretenimiento local se ha convertido en muchos casos en mero reclamo turístico.
Como no podía ser de otro modo, y dado el momento de empoderamiento que vivimos actualmente, la presencia de mujeres en el ámbito de la lucha libre profesional tiene millones de admiradores y seguidores. Algunas incluso han desbancado de los primeros puestos de éxito a destacados profesionales masculinos. Y es que ellas tampoco se andan con demasiados remilgos a la hora de darlo todo sobre una lona. Patadas, vuelcos, puñetazos y cabriolas son del pan de cada día. Entre las más sobresalientes y destacadas, la chilena Stephanie Vaquer, que cuida al máximo sus estilismos y que se denomina La Primera por haber sido la que se presentó para el Consejo Mundial de Lucha Libre en México.
Texto_Jorge Bustillo
Fotos_ ADM