El sol, como todo exceso en esta vida, es perjudicial. Cuanto antes lo tengas claro, antes atajarás un problema que está causando problemas dermatológicos terribles en la piel de más hombres de los que pensamos. Unos problemas mayores que podrías evitar sabiendo cómo echarte la crema en la playa y/o piscina, para empezar.
Que sí, que puede ser un verdadero rollo estar preocupado de la dosis de crema necesaria en cada momento y de esa textura cremosa (¡atención, existen brumas!) tan untuosa, en ocasiones, que nos hace sentir incómodos, pero hay que hacerlo si no queremos un futuro de médico en médico. Porque si estás preocupado de lo que comes, de lo que duermes, de lo que entrenas, de lo que sientes, ¿por qué descuidar tu piel?
Necesitas un chute de FPS (Factor de Protección Solar) o, en su manera inglesa y comercializada, SPF a diario para así alejarte de cualquie melanoma y su consiguiente cáncer de piel. No usar o aplicar incorrectamente el protector solar deja la piel desnuda frente a los terribles rayos UV, que pueden causar envejecimiento prematuro, quemaduras y aumentar el riesgo, como decía, de cáncer. Si, además, la exposición a estos rayos se realiza en las horas más peligrosas (de 10h a 16h), mejor será que estés bien pendiente para prevenir antes de tener que curar.
La prueba del algodón de si sabes o no aplicar estas cremas es darte cuenta si aún te sigues quemando aunque las apliques y si los ojos no te dejan de escocer porque algo de protección te ha entrado sin querer. Si asientes aterrorizado, aún tienes solución.
La crema has de echártela en su justa cantidad. Ni mucha ni poca. Pero es mejor que no empieces a racanear. Para la cara, algo menos. Quizá con una cucharada de café (para que te hagas una idea) te vale. Para el cuerpo, algo más. ¿Dos cucharadas de cocido? Creo que te haces a la idea. Si no, con 30ml te vale, lumbreras.
Recuerda que la protección solar es lo último que te debes echar. No vale que sea antes de la hidratante mañanera o del sérum. La crema protectora es la barrera contra lo que viene de fuera, por eso debe estar en primera línea de guerra contra los rayos UV. Con echártela 15/30 min antes de la exposición, te va bien. Si el protector solar es mineral, no hace falta ni que esperes. Extiende suavemente, en movimientos ascendentes y cuidando hasta el más mínimo pliegue de tu piel. No te olvides de el nacimiento del cabello, la espalda (no vale tumbarse y no menearse), el cuello, las orejas, la nariz, las manos y los empeines (¿piensas que los pies no se van a quemar porque los metas dentro de la arena?).
Una vez que estemos bien embadurnados (sin pasarse con la cantidad, ¡eh!), tendrás que repetir esto mismo cada dos horas de exposición o, quizá, algo antes si estás haciendo deporte, sudando, nadando o fornicando en una duna como Dios te trajo al mundo, truhán. No deberías bajar de una protección 30, en caso de una exposición normal, o algo más, si los tiempos de exposición se alargan y estás en mitad de la playa, en lo alto de una montaña y no en el sol y sombra de una terraza brindando con una buena jarra de gazpacho. Son cosas diferentes. Todo depende de la actividad que estés haciendo y la intensidad de esos baños de sol.
Ah, importante. Todo esto vale lo mismo en días nublados. Los rayos UV siguen penetrando aunque no los sientas, y las quemaduras pueden ser peores. Sé de alguno que se quemó en un día con nubes. No queremos más noches mood gamba. Odiarás que te saluden con un manotazo en la espalda.
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Texto_Bru Romero