Ocupando el mismo local de ladrillo visto construido por Luis Gutiérrez Soto donde, allá por el año 67, la empresaria María Teresa del Carmen Aguado Castillo habría su restaurante Mayte Commodore, Trocadero Commodore luce chapa y pintura para seguir al pie del cañón de ese número 5 de la plaza de la República Argentina, que ha visto a tanta beautiful people cruzar. Un nuevo 'Commodore' que hoy firma el argentino Luis Galliussi, como diseñador de un negocio con solera que se resiste a cerrar definitivamente.
Un restaurante que te hace sentir como en casa y que gracias a Dionisio Hernández-Gil, gurú de la gastronomía en la Costa del Sol, se sacude el polvo de años interrumpidos por un cierre que nadie quería, y que para sorpresa de nostálgicos ya es cosa del pasado. Un Dioni que vuelve a la capital, donde hace algunos años se hizo un pequeño gran imperio entre bares de copas, cafeterías y restaurantes (que funcionaban como un tiro), para demostrar que los clásicos es complicado que mueran.
Un Trocadero Commodore que recoge el testigo y el ambiente hedonista de aquellas décadas en la que actores, políticos y reyes se entregaban al buen gusto de una 'Mayte Commodore' dispuesta a agasajarlos con todo lo bueno que tuviera a su alcance, y que ahora se vuelve a convertir en un básico de las primeras citas, los aniversarios, las celebraciones familiares o esas copas tontas un miércoles de tardeo.
Sobremesas agradecidas, pues Luis Sartorius y Bárbara Pérez se encargan de su cocina, que mantienen su hoja de ruta (gastronómica) a pleno rendimiento, mientras sus gildas de anchoa o boquerón, ceviche de atún rojo, tortillitas de camarones, pisto manchego con huevo frito y patatas, croquetas caseras de jamón ibérico, carabinero a la brasa, nigiris de gamba socarrat, arroz de pluma ibérica y sobrasada, uramakis Trocadero, tarantelo de atún rojo de Almadraba a la brasa o pollo picantón asado embelesan a una clientela fiel (y a otra nueva), que sabía que no les iban a decepcionar, pues esta propuesta a medio camino entre lo mediterráneo y lo asiático es lo que mejor le va a un carajillo mexicano 43, absolutamente necesario. ¡Va por ti, Commodore!
Texto: Bru Romero
