Porque en un momento en el que todo nos tiene que entrar por las redes sociales, perdón, por el ojo, Olmo se erige como ese restaurante que, sin perder su encanto de antaño, se resiste a doblegarse al más viral de los hashtags. Así, el comensal que se sienta a la mesa de este restaurante situado en uno de los pulmones verdes de la capital, la zona de Pintor Rosales, celebra con mucha alegría los olores a cocina española que se cuelan indiscretamente en la sala, mientras encuentras momento para paladearte un buen vino.
Una propuesta que no por ser tadicional, se aleja de los guiños más modernitos, mientras el cliente sibarita sabe que está en el lugar indicado. Un restaurante donde ya sea en sus platos de carne, pescado o marisco todo nos sabe a gloria, gracias al interés del Grupo Alcaravea (César del Olmo al frente) por apostar por lo mejorcito de la cocina mediterránea desde 2011.
Todo un acierto que nos guía a través de excepcionales puestas en escena como la de su cecina Black Angus de Gerras de Gordón con almendra marcona tostada y aceite de oliva, su burrata de Puglia con tomates al pesto, las flores de alcachofa confitadas a la plancha, la tortilla de patatata cuajada al momento o esos callos madrileños que te envuelven el paladar, su ensaladilla rusa de ventresca de boniato y patata gallega, las croquetas de gorgonzola o los adictivos torreznos, que no decaen ante su arroz a banda con gamba roja de Garrucha, el canelón de cordero lechal deshuesado con verduritas, sus tallarines de judías verdes de Guetaria, el rape de tripa negra a la donostiarra o un magret de pato a la naranja, sencillamente necesario. ¿Volvemos?
Texto_ Bru Romero