En San Isidro no había manera de entrar y es que ya se sabe que en cuestión de propuestas gastronómicas a la madrileña, Casa Tabacos es ya un clásico. Lo abrieron Sergio Ochoa y Julián, ya sabes, las mismas cabezas pensantes que ya nos dan de come en Bodegas El Maño, Café Ruiz o Casa Macareno. Y es que es un verdadero gusto convertirse en fiel parroquiano de esta nueva sede, sin prisas, donde ver pasar la vida a golpe de gilda y vermú.
Porque si amante eres de este combo que lleva triunfando más años que el hilo negro (bueno, un poco menos), disfrutarás de lo lindo comiendo y brindando en este marco incomparable que no se mide con el postureo. ¿Por qué? Porque en Casa Tabacos solo se dispensa autenticidad. Nada de florituras ni platos para compartir escasitos, solo una buena propuesta de clásicos que a todos gustaan y cervezas Malasaña, bien fresquitas, que para algo son las que crean de manera artesanal (con tanto éxito) desde hace ya más de una década.
Un suma y sigue sabroso y que, como una droga, nos invita a no dejar de ir para darle salida a esa tortilla de patata, croquetas de lo que les sobró del cocido, ensaladilla, huevos rellenos, bravas y albóndigas en pepitoria, oreja en adobo, mollejas de cordero, rabas en panko, pimientos de Padrón, cachopo, torreznos de Soria o unos canelones de ragú con el gratinado justo para convertirse en un plato sin complejos. Flamenquito y espíritu castizo completan la experiencia. ¿Quién podría resistirse?
Texto: Bru Romero