Seguimos sin creerlo. ¿Qué fue lo último que pensó Verónica antes de dejarse ir? Toda pérdida es una tristeza, una ausencia que desgarra el corazón de todos aquellos que te quieren bien, pero una pérdida por suicidio es mucho más doloroso (más cuando no dejas una nota).
Porque cuando una persona se rinde al destino y se niega a la vida, no es cobardía sino liberación, pero… ¿no podríamos haberla echado una mano antes? Ahora, todo el mundo la llora, todo el mundo la recuerda. Volarán los in memoriam y aplaudiremos sus logros, sus películas, sus últimas entrevistas, pero los productores ya la habían olvidado hace mucho tiempo.
¿De verdad que no se pudo hacer nada para que ella sintiera que nos seguía importando, que no era solo un meme, que no era opción morir en vida? ¿Nos faltó empatía? ¿No supimos ver más allá de su eterna sonrisa? ¿Qué hubiera pasado si le hubiéramos dado una caricia más? No se merecía irse tan pronto. No se lo merecía. Nos resistimos a pensar que ya no está, que no podremos volver a verla sobre los escenarios o en el cine. Nos duele pensar que sin ella el mundo será un poco más malo, menos humano.
No nos caen lágrimas, lloramos por dentro, y es que era tan nuestra. Que no nos vuelva a pasar. Que la salud mental sea una prioridad. Vero, ahora sí, descansa en paz. Incienso y fundido en blanco, porque así era por dentro aunque a ella se le hubiera olvidado.