Desde muy pequeños nos han enseñado en casa aquello de que somos dueños de nuestros actos y quizá, por esas mismas acciones, Woody Allen lleva unos meses en dique seco y esperando que le saquen a bailar. Por el momento, el año que viene no tendremos la ya mítica película anual del neoyorquino y, tal y como está el patio, no sabemos si el siguiente…
Desde que Woody Allen lo dejara con Mia Farrow para irse con una de sus hijas adoptadas, los rumores de abusos planearon sobre su brillante cabeza de cineasta maestro de cineastas pero parece ser que estos rumores han tomado un cariz que va más allá de lo “doméstico” (su también hija adoptiva Dylan le denunció por jugar a cosas que a un padre no se le debería ocurrir jamás) gracias al movimiento #MeToo (actores y actrices, principalmente, unidos para denunciar extralimitaciones, atropellos al honor y dignidad de las víctimas) que abandera su hijo Ronan Farrow.
Con estos precedentes (y los que puedan ir surgiendo por el camino), Allen se ha convertido en “veneno para la taquilla” que se decía hace décadas cuando era mejor no contratar a un actor por carecer de ese gancho frente al público que hiciera de tal o cual película un verdadero éxito. Un director tóxico al que no quieren los productores por no estar seguros de que su mala fama se quede fuera de la sala oscura, que el público siga aplaudiendo películas que rozan la maestría y cuentan con los mejores actores del momento pero sin que estas denuncias enturbien su compra de entradas (la última película de Kevin Spacey recaudó el primer fin de semana 110 euros…).
Un descanso obligado que se toma (y que no ocurría desde los 80) y que nos obliga a tener que conformarnos con la segunda de las películas firmadas con Amazon Studios (A Rainy Day in New York con Timothée Chalamet y Jude Law, entre otros, que se estrenará supuestamente este otoño) que ahora tiene ante sí un problema bien grande al tener a un gran director al que no le quiere nadie. Nosotros sí. Lo cortés no quita lo valiente y si tiene que pagar, que pague por lo que haya hecho en la intimidad porque su talento para la cinematografía debería salir ileso. Cuestión delicada.