Bosques con reflejos naranjas, amarillos, ocres. Curvas estrechas, suaves, sensuales. Vamos hacia arriba, bordeando acantilados que caen sobre este mar azul profundo que se rompe en playas infinitas y los Picos de Europa, montañas míticas que definen el horizonte.
De acuerdo, es una descripción lírica, y a muchos os parecerá que me he dejado abducir por el paisaje hasta la extenuación poética. Pero en este lugar –y en este momento– las cosas son así. No exagero mientras dejamos atrás el magnífico –y muy visitado– mirador del Fitu y vamos acercándonos a Puebloastur, esta atalaya de la buena vida que se levanta en el valle del Sueve, en un pueblecito minúsculo llamado Cofiño en el que hay poco más de veinte almas censadas, una iglesia del siglo X y la mejor vista de los Picos de Europa que recuerdo, entre valles que se superponen en una paleta increíble de verdes, con asturcones galopando libres y halcones planeando sobre nosotros. Seguramente es el proyecto hotelero de Asturias que mejor define el concepto de lujo en medio de la naturaleza, con la que crea una alianza inquebrantable.
Se ha levantado el mar de nubes dejando a la vista una cadena de montañas mítica por su belleza y su complejidad geológica. Me pregunto a quién se le habrá ocurrido un resort así en un lugar como este, y Newton, la escultura de Dalí de ocho metros que recibe al visitante, parece darme la respuesta. Un visionario. Un emprendedor. Un artista. Y aparece Kiko Lamata, socio, director general y director creativo de Puebloastur. Nuestro hombre.
“Levantamos el hotel en 2016 sobre los muros de una casona centenaria, la rehabilitamos y la complementamos con diferentes edificios de nueva construcción en los que se premia la madera de castaño de nuestros bosques y la piedra de las canteras locales para conseguir una armonía entre el paisaje, el arte contemporáneo y nuevos materiales. Nuestra razón siempre ha sido mantener el espíritu de la ruralidad, de la belleza natural, y enriquecerlos con arte, con elementos tecnológicos que aportan el máximo confort y con alta gastronomía en la que nos mantenemos fieles a los productos locales, a su esencia maravillosa, pero realzando los sabores con personalidad y sofisticación en nuestros dos restaurantes, Puebloastur y El Halcón Gourmet”.
Caminamos entre obras de Dalí, lámparas de Philippe Starck, piezas de Patricia Urquiola, pinturas de Vaquero Palacios, Ernesto Knorr, la mexicana Tania Esponda Aja, Karla de Lara. Hay esculturas increíbles, como una gran cabeza de Pakal, la deidad más reconocida de Palenque, que nos habla de cierta influencia artística en el ecorresort, uno de cuyos propietarios es mexicano, nieto de asturianos.
Y sin embargo, no hay una sobreexposición artística, no hay pretensiones de galería de arte, no hay un mírame y no me toques. Cada estancia, cada suite, cada habitación, cada rincón con sofás y libros respira serenidad. Te sientes en casa. En una bellísima casona asturiana “desde la que accedes a bosques y valles, huertos y más de diecinueve hectáreas en las que conviven caballos, cerdos, ovejas xaldas, gallinas, ocas, todos ellos fundamentales porque definen el paisaje cercano y nos abastecen de frutas, verduras, leche, quesos, carne, evitando la contaminación de la producción industrial y el transporte y reforzando el sello ecorresort”.
Kiko Lamata, licenciado en Comunicación y Marketing por la Southern Methodist University de Dallas, coordinador de relaciones externas de la Expo 92 de Sevilla, propietario desde 1993 de la agencia de publicidad Quatro Comunicación, especialista en grandes eventos para España y Reino Unido, siempre puso su pasión al servicio de retos importantes.
Por eso aceptó, en 2008, entrar en el equipo de dirección del grupo hotelero Nature.
Kiko es, desde 2015, director general de la Hostería de Torazo y ahora también de Puebloastur.
“Hace 35 años abrimos el primer hotel en Cangas de Onís, fuimos pioneros al ver claro que había que abrir un hotel gourmet, y así nació el Hotel Los Lagos Nature. Le siguieron dos hoteles de cuatro estrellas, el Gran Hotel Pelayo de Covadonga, un establecimiento histórico con más de cien años en un enclave único, a los pies de la basílica que define Asturias y agita sentimientos y emociones, sea cual sea tu credo. La Hostería de Torazo es un establecimiento único donde la arquitectura y la naturaleza crean y recrean su propio mundo. Para clientes de empresa y para urbanitas tenemos el hotel boutique Nature Oviedo. Y aquí estamos paseando por nuestro cinco estrellas, nuestro Puebloastur. La joya de la corona”.
Se nos acerca una señora elegante que parece dispuesta a abrirnos los secretos de palacio. Es Paloma, otra exquisita idea que nos sorprende. Ella recibe a los huéspedes, explica los detalles de las habitaciones, muestra los restaurantes, la piscina exterior, el spa. Hasta se encarga de deshacer las maletas y ordenar la ropa si el cliente lo requiere. Desde que fui al Ritz París hace un par de años, no había vuelto a encontrarme con un jefe de butlers, sofisticada figura que parece deslizarse entre las obras de arte, dando una indicación a un botones, una instrucción a una camarera, y llevándonos casi de la mano a nuestro paraíso particular.
Estamos en la mejor encrucijada gastronómica de Asturias. A menos de cinco kilómetros entre bosques se llega a Casa Marcial, el dos estrellas Michelin de Nacho Manzano. Muy cerca, bajando hasta Arriondas, te encuentras el Corral del Indiano, una estrella del chef José Antonio Campoviejo. Y a cincuenta pasos de mi habitación hoy ceno en El Halcón Gourmet, donde Ramón Celorio y su equipo no parecen conscientes del océano de emociones que provocan sus platos. Elijo con la convicción de que debería comérmelo todo, y la imposibilidad me frustra. Las croquetas caseras de jamón ibérico son un must de la casa, el pulpo chingón con salsa de tamarindo, chile, chipotle y guacamole, un guiño a México, el taco de gochín astur celta, una delicia para carnívoros, la merluza de pincho del Cantábrico asada con bullabesa de algas y cigalas, una entrada maravillosa al mar cercano. Toda la carta otorga esa mezcla de genio y honestidad que la hace reseñable.
Otra sorpresa es la carta de vinos. Elaborada por los mejores enólogos, se ofrece en bandeja informática, es decir, en tablet. Una vez que eliges lo que vas a comer, tu carta virtual te ofrece vinos de cualquier parte del mundo y hasta el mejor maridaje. Es genial perder unos minutos y ver cómo actúa un riesling, cómo saborear un Pingus –posiblemente el vino más caro del mundo– o qué vino aplicar al mejor arroz con leche, que es el suyo. La carta de vinos es soberbia. Y variada. Y te deja enredarte para aprender y decidir lo que más te gusta en este universo experiencial.
Tan importante es el vino en Puebloastur y en el corazón de Kiko Lamata que este 2018 se ha embarcado en dos nuevos proyectos, siempre unidos al sentimiento de Puebloastur. El más cercano, al que llegamos paseando, son “ocho villas, que se sumarán a las treinta habitaciones y suites actuales. Estamos ya restaurando las antiguas casas y los hórreos. Y hasta pensamos tener un espacio, junto a la iglesia de San Miguel, del siglo X, donde se celebran misas y por supuesto bodas, para crear un espacio de demostración y venta de nuestros productos. Una boutique gastronómica”.
Para el siguiente proyecto recorremos cuatro kilómetros entre bosques bañados por el sol, valles escalonados, cascadas y lavaderos donde hasta hace poco las mujeres llevaban la ropa. “Un pueblo tiene categoría de tal si cuenta con iglesia y lavadero”.
Y llegamos al concejo de Parres. A la izquierda, una pequeña iglesia que casi se toca con el antiguo Palacio de Nevares, de momento cerrado, y cultivos de manzanos para sidra. A la derecha, un mar de viñas y una antigua vaquería –construcción industrial de gran valor arquitectónico– que será la bodega de los vinos Palacio de Nevares.
“Ya ves, hemos comenzado la restauración y reforma integral de esta antigua vaquería, que será la bodega. Contamos con 32 hectáreas de viñedos y pumaradas. En enero tendremos la primera cosecha de vino blanco de gran calidad y las sidras naturales. Estamos trabajando en el proyecto arquitectónico para equipar las
bodegas con salas técnicas, zona de cubas y un gran espacio para catas y celebración de eventos”.
Volvemos. La aventura está asegurada porque hemos decidido que vale la pena subir hasta el pico Pienzu, que se levanta orgulloso, con sus casi mil doscientos metros, justo detrás del hotel. Casi tres horas de subida y otras tantas de bajada, aptas para marchosos y hasta para voluntariosos poco ejercitados. Es el preámbulo de una sesión de spa, ese reposo del guerrero que nos hemos ganado y que –al menos a mí– me reconcilia con la mitad inferior del cuerpo. Porque la mente, toda ella, sigue vagando felizmente por estas montañas, por estos valles, por este rincón de Asturias en el que la vida recobra el equilibrio.
Texto: Sandra del Río Fotografía: Álex del Río