«Dedico esta colección a mi viejo amigo. Fue toda una ruptura … y actuó justo aquí la última vez que estuvo en Milán”. De este modo comenzaba el desfile de Versace para la primavera/verano 2020, un claro homenaje de la casa italiana al cantante británico Keith Flint que permitió con su música, su arte, que más de una espantara sus peores pesadillas al ritmo del particular exorcismo musical de The Prodigy.
Con un banda sonora electrónica tan reconocida como la del grupo formado por Maxim Reality y Liam Howlett (y al que desde 1990 se uniría Keith Flint) y un deportivo cubierto de flores (realizadas por Andy Dixon, actual colaborador de Versace) a modo de coche fúnebre y/o referencia a la pasión de Gianni por los automóviles, arrancaban las nuevas propuestas de la italiana en Milán, la ciudad en la que, según Flint “huele a sexo y muerte”.
Un sentido guiño en lúrex, tejidos de lo más deportivo, siluetas oversized, estampados de lo más colorista y clásicos de la casa y, en algunas salidas, ácidos a más no poder o incluso a modo de anuncio made in Versace o selvático animal, shorts de seda o pantalones de punto, denim, elegantes sastres e impecable negro, canalé en vertical, chaquetas de cuero con flecos muy a medio camino entre los 80 y los 90 para celebrar esta amistad de la casa de moda y un Flint post-punk(arra) como pocos.
Un emocionante espectáculo en la mítica Via Gesù milanesa, un show de alto voltaje, un desfile con el que Versace vuelve a reinventarse y a dejarnos sin palabras para uso y disfrute de las nuevas generaciones para las que Versace siempre está (y estará) de moda.