Prometía un espectáculo del descanso de la Super Bowl lo suficientemente epatante para que olvidáramos aquel show horribilis junto a Janet Jackson de 2004 y sin ser uno de los mejores de la historia de este campeonato no podemos por más que aceptar que el tanto es indiscutible a su favor. Casi 15 minutos de puro baile, grandes éxitos, coreografías para todos los públicos, varios cambios de vestuario firmados por Stella McCartney, un puñado de memes y una holográfica polémica. No se podía esperar menos del guapo de Timberlake.
Desde que hace unos meses se anunciara que Justin Timberlake volvía a ser el elegido para entretener al público durante los minutos de descanso de la final de la Super Bowl, muchos fueron los que vieron una oportunidad perfecta para que el cantante subiera al escenario a Janet Jackson para resarcirse de aquel momento en el que su mano y el pecho de la Jackson dieran la vuelta al mundo y dejaran al borde de la fibrilación a los fieles servidores de la doble moral yanqui.
Jackson no subió pero tampoco se la echó en falta y es que desoyendo la negativa de la familia del cantante Prince y apechugando con cualquier tipo de consecuencia y/o crítica, Timberlake no dudó en plantarse frente a un piano y entonar a dúo con la leyenda de Minneapolis (donde se celebraba el partido) en formato holograma I Would Die 4 U. Un pequeño homenaje al artista que nos convenció que la lluvia no era transparente sino purple, es decir, púrpura y que aunque no contaba con el permiso de sus parientes ni de su prometida fue uno de los momentos más memorables para todos los asistentes y telespectadores.
Un vibrante espectáculo que también contó con verdaderos ganchos de izquierda como Rock your body, Señorita, Sexy back, el medley Let me talk to you/My love, Cry me a river, Can´t stop the feeling, Mirrors y un broche final en clave de selfies con quien quisiera mientras bailoteaba por las gradas y que nos dejaba el meme de la noche junto al joven Ryan McKenna que tras obtener su foto junto al cantante se ponía actualizar redes en vez de seguir disfrutando del show.
Unos escasos 15 minutos en los que también vimos cómo Timberlake saltaba de hato en hato, firmados por Stella McCartney, que inspirados en su reciente trabajo musical Man of the Woods daba variada cuenta de su gusto por las bikers de cuero con flecos, los estampados arty (un paisaje de Martin Ridley), camo o Príncipe de Gales y la bandana para cuidarse del frío y dar ese aspecto de chico malo que nos cuesta creer. Looks absolutamente ecofriendly y/o sostenibles que abrigaron la voz y los movimientos del cantante, que volvió a renovar los votos como novio de una América que por un par de horas se entregó a comer pollo, brindar con Pepsi y olvidarse de la última de Trump. Para eso sirve un espectáculo, ¿no?