En el mundo homosexual, ser gay y no tener apariencia de hombretón del norte o de leñador de la sierra puede jugar en nuestra contra y es que no hay una apariencia que cree más rechazo que la del hombre excesivamente amanerado, caballero que luce más pluma que un faisán y tucán juntos o aquel que incluso podría ser más mujer que la propia mujer. Y quien lo quiera negar, miente o quiere ser lo suficientemente políticamente correcto como para no herir sensibilidades pero la realidad es esa… aunque pueda haber excepciones.
La sociedad tan hetoroférrea en la que vivimos y esa testosterona elevada a la enésima potencia que se respira en cualquier espacio común (siendo el gimnasio el lugar donde podríamos morir de sobredosis de feromonas) ha provocado que dentro de la propia comunidad gay se lleve a gala el ser todo un machote y con vergüenza, el ser un hombre con una personalidad absolutamente feminizada. Un hándicap que les lleva a ser marginados movidos por una plumofobia, la de una minoría que discrimina a otra minoría. De locos.
Una problemática tomada por la app móvil Manly como excusa/nicho de mercado para echar un cable a aquellos que sientan que quieren transformar su aspecto en un perfil mucho más sugerente para otros hombres, a los que cada vez atraen menos los rasgos femeninos y sí, los rasgos más primarios de aquel macho ibérico de pelo en pecho, rudas maneras, cuerpo cincelado por el acero de máquinas y mancuernas y barba, mucha barba.
Una aplicación (de pago) que te permite enfrentarte a tu versión más masculinizada, a través de herramientas que te ayuden a photoshopear la tonificación de tu cuerpo, incrementar el vello facial, mejorar el aspecto de tu piel o, incluso, tatuarte sin necesidad de pasar por la mesa de un experto de la inoculación de tinta. Una herramienta que ya cuenta con la misma cantidad de entregados usuarios como de detractores que claman porque no se siga apostando por irreales ideales masculinos que, dependiendo de los casos, pueden llevar a la insatisfacción, el descontento, la inseguridad y, ¿por qué no?, a la depresión.
Un tema que nos lleva a cuestionarnos si estamos demasiado preocupados por la imagen hasta el punto de amargarnos cuando no llegamos a los estereotipos que nos marca la sociedad o a las exigencias a las que las redes sociales nos hacen sucumbir, a golpe de superficialidad, postureo o aplicaciones vende humo. Una tendencia que no solo puede afectar a nuestra autoestima sino a la de aquellos chicos que aún están en época de desarrollo haciéndoles creer que no son válidos para los parámetros actuales.
Pan para hoy y hambre para mañana con el que autoengañarnos y creernos quienes no somos, quienes no somos capaces de ser físicamente por pura vaguería o quienes no podremos ser porque somos lo que somos. Vivir la diferencia y asumirnos, la mejor de las soluciones. Para gustos los colores.