Seguramente ya habrás oído hablar de él, los misterios que lo rodean y la oscuridad que se cierne sobre sus paredes y es que si hay algo que no podemos negar a este hotel de Los Ángeles es el poder de atracción para todos aquellos fanáticos de los casos sin resolver que nos emboban en cualquier programa de madrugada y que parece ha interesado a los jefazos de Netflix que no ha duda en dedicarle un pequeño espacio en su plataforma. ¡Bienvenidos al Hotel Cecil!
Fundado en 1927 por el hotelero William Amontona Hanner, el Cecil fue considerado desde muy pronto como un hotel donde pasaban cosas… terribles. No costaría mucho que fuera conocido como “el Suicida” porque desde que en 1931 se registrara la muerte del huésped W.K. Norton (tras ingerir unas pastillas) hasta que en 2013 una joven canadiense, llamada Elisa Lam, desapareciera para posteriormente ser encontrada muerta en uno de los tanques de agua, situados en la azotea del hotel, los casos de violaciones, asesinatos y demás crímenes han tenido como testigo a este emplazamiento del 640 S. Main Street., en pleno Skid Row, área de lo más conflictiva gracias a la indigencia que por allí siempre ha merodeado.
Un hotel que pese a su reputación y estilo decadente, que en su día resultaba hasta elegante gracias a un estilo arquitectónico Beaux Arts, de opulento lobby hecho de mármol con ventanas tipo vitrales, macetas con palmeras y estatuas de alabastro (que enamoró a Ryan Murphy que se inspiró en él para diseñar el Hotel Cortez de aquella temporada de American Horror Story) ha seguido en órbita gracias a un chorreo de curiosos y turistas de paso que no dudan en desoír la historia negra del Cecil que ahora se llama «Stay on Main» debido a su último traspaso.
Y con todo esto, llega Netflix y vuelve a situar al Cecil en el blanco de todas las miradas. Y es que el historial de defunciones del propio hotel ha servido para que hayan dado a luz la serie documental Crime Scene: The Vanishing at the Cecil Hotel, una serie que centrada en el caso de Elisa Lam no ha emocionado a la crítica al perderse en divagaciones y basar todas sus explicaciones y elucubraciones en el vídeo que la policía de Los Ángeles difundió con la idea de conseguir ayuda ciudadana. Una absoluta crónica negra hotelera dispuesta de manera un poco chapucera pero no carente de ese pequeño gancho que permite a más de uno quedar embobado con la atracción que el Cecil aún maneja a su antojo. ¿Será que el mal sigue siendo tan morboso?