Revisitar a los clásicos es algo que nos reconforta. Si, además, en el camino nos topamos con actorazos como Rubén de Eguía (que, también, es todo un maromazo) la expedición intelectual se hace de lo más placentera.
En 1667, John Milton publicaba publicaba Paraíso Perdido, un poema épico con el que trataba de explicar la tragedia de la caída del hombre (y la caída de Satanás). La historia del hombre enfrentada a la propia historia (fracasada) del ángel caído, que no era otro que un rebelde que se sublevaba ante lo que los románticos llamaban «la tiranía del cielo».
Un Paraíso Perdido que se adapta para la ocasión gracias al buen hacer de Helena Tornero que pone al servicio del director Andrés Lima un texto en el que se nos guía por las tinieblas y se homenajea a aquellos cómicos, esos actores a los que no siempre se les dejaba entrar en las ciudades por miedo a que contaminaran a la gente de bien.
Un saber que se enfrenta a la ignorancia en un poema teatralizado donde nuestros ojos se posan en el Adán interpretado por Rubén de Eguía, un deportista reconvertido en actor que habrás visto en series como Acacias 38 y Merlí y que en 2010 ganó el prestigioso Premio Ercilla como Mejor actor revelación de teatro por La vida por delante.
Un tiarrón catalán que tras su paso por la Sala Grande del María Guerrero, hasta el 18 de junio, también veremos a las órdenes de Xavier Albertí que lleva al teatro el texto En mitad de tanto fuego de Alberto Conejero, una obra que trata de la relación entre Patroclo y Aquiles con la que la rodará del festival Grec en Barcelona a Mérida y… ¡para que se me nubla la vista! ¡Vayan a verle! ¡Vayan a ver Paraíso Perdido! ¡Pásanos esa manzana, Rubén!
Foto portada: PEPE H