Si nos pusieran sobre la mesa elementos tales como poder, seducción y posesión seguramente tendríamos buena materia prima para marcarnos una película noventera al más puro estilo Oliver Stone; pero no es el caso. Nos encontramos frente a frente a la obra de teatro El Sirviente, la novela de Robin Maugham que enloqueció a gran parte de la sociedad de finales de los 40 (una sociedad demasiado vulnerable como para rechistar) y que ahora se representa en el Teatro Español con Eusebio Poncela y Pablo Rivero como sirviente y amo.

En un tiempo en el que pocas obras de teatro entretienen verdaderamente al personal, El Sirviente consigue despertar nuestro interés/divertirnos/retenernos clavados en la butaca durante casi 2 horas. Y es que pese a ser complicado mantener una función en lo alto durante ese tiempo, el elenco de El Sirviente sabe cómo hacerlo. No solo porque Eusebio Poncela esté impresionante, Pablo Rivero borde delicadamente un papel hecho a su medida, Sandra Escacena y Lisi Linder sean el perfecto contrapunto o Carles Francino sea indispensablemente encantador sino porque su directora Mireia Gabilondo (sobre una traducción de Álvaro del Amo) consiga poner orden y concierto en esta obra con demasiados talentos como para ser desaprovechados.

Una obra que nos mete de lleno en la atmósfera casi grotesca que se respira en la casa que acaba de alquilar Tony Williams (Rivero), un joven aristócrata que volviendo a Londres traumatizado tras la Segunda Guerra Mundial, contrata a Hugo Barret (Poncela), un experimentado criado que poco a poco no solo se va haciendo con la casa sino con la voluntada de su amo, y hasta con la de sus amigos.

Un oscuro tour de force en el que las clases se van igualando y la seducción de Poncela hacia Rivero van convirtiéndole no en una marioneta sino un perfecto acomodado que se duerme embriagado por el alcohol y las mañas ambiguamente sexuales de un tipo demasiado listo como para resistirse a él que le arrastra de la comedia al melodrama y viceversa con la misma facilidad con la que un bisturí incide sobre el cerebro. Un texto ambiguo como pocos (escrito por un homosexual de los pies a la cabeza que en los 50 tampoco podía jugársela) con el que el sobrino del también famoso Somerset Maugham (Servidumbre Humana, El Velo Pintado) quedaría para la posteridad literaria y/o cinematográfica, ya que 15 años después de su estreno se convertiría en película con guión del Nobel Harold Pinter, dirección de Joseph Losey e interpretación a cargo de James Fox y Dirk Bogarde (el sirviente).

Una perita en dulce muy bien escenografiada por Ikerne Giménez que sabe cómo empaquetar para el espectador este regalo del Español, esta “obra maestra de la escritura” según el New York Times, con la que Pablo Rivero vuelve a lucirse (y ¡qué gustazo!) y Eusebio Poncela (que nos sigue intimidando como el primer día) hace las veces de un Cicerone/maestro, una extraña pareja condenada a entenderse y quién sabe si a algo más. Aplausos bien ganados. ¡Vayan a verla! Tienen hasta el día 13 de octubre; luna llena para más inri.

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Posted by:Bru Romero

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

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