Pocos son los que lo han visto desde que pasara la cuarentena en su yate de 26 metros de eslora (que parece ser ha vendido por 2,5 millones de euros) en la bahía de Miami y es que desde que comenzara la pandemia El Sol de México parece alejado del foco mediático, dicen que por miedo a contagiarse. Y no nos extraña.
Los últimos años no han sido para Luis Miguel camino de rosas y es que a sus problemas jurídicos por impago a su exmanager, por no pasar la pensión alimenticia a sus hijos Aracely y Arámbula y por el no esclarecido caso de su madre, Marcela Basteri, desaparecida desde 1985 , se le han sumado sus problemas económicos (¿le habrá servido el millón de dólares de su anuncio de 20 segundos para Uber Eats para sanear sus cuentas?) y el problema de salud que le está “quitando” las ganas y la ilusión de seguir dando el cante: el tinnitus.
Un síntoma auditivo que viene arrastrando desde que en 2005, en un concierto en Lima, un cortocircuito provocó que mientras cantaba la canción ‘Suave’ le explotara el auricular derecho que a punto estuvo de costarle la audición absoluta. Un handicap que ha ido minando su confianza frente al público, incluso a llorar desconsoladamente entre bambalinas. «Es una situación complicada, pero tienen que pensar que yo empecé a los nueve años con esta carrera: con la música, los decibelios, los conciertos…», explicaba el mexicano al diario Clarín.
30 años expuesto a sonidos demasiados fuertes como para no hacer mella pero que gracias a un severo tratamiento, un equipo preocupado por él (y que cuida que no se tome alguna copa de más para olvidar) y unos fans que, embobados con la segunda temporada de su biopic en Netflix ( Diego Boneta se sale), siguen aplaudiéndole por esos shows que sigue dando donde saca a pasear ese chorro de voz que le lanzó al éxito y que a pesar de las turbulencias de estos años mantiene como en sus años mozos, algo de lo que no puede fardar nuestro Miguel Bosé. Luis Miguel, siempre seremos tus incondicionales. ¡Ánimo!