Cada año, las bodegas Solar de Samaniego reparten un premio literario bastante singular. No se suben al carro que premia al bestseller del año, ni al que mejor pinta tiene, sino a aquel cuyo espíritu se asemeja más al del vino: ha de ser un libro del año anterior que no haya sido un éxito en ventas pero que rezume calidad por los seis costados. Es el gran premio de las obras pequeñas, de aquellas joyas que han pasado desapercibidas. Dicho premio se realiza en conjunto con la Asociación de Librerías Independientes.
No es un premio al que acudan todas las personalidades del mundo de la literatura, ni siquiera se vio en la entrega demasiado bloguero prescriptor de literatura (sí de moda y estilo de vida), pero pese a que es la tercera edición del premio y aún no hay un target definido, la ceremonia es todo un acto memorable (sí, incluso celebrándose en una bodega en la que corre el vino a raudales).
El ganador, este año, ha sido Rafael Reig, defensor de la lectura en defensa propia, un librero de Cercedilla (su librerías es tan independiente que no pertenece a la Asociación de Librerías Independientes). Su libro, Señales de humo, lo ha lanzado la editorial Tusquets y habla de un profesor de instituto que viaja en el tiempo desde la Edad Media hasta el Barroco y que conoce a las personalidades literarias de esa época.
La iniciativa se engloba dentro del proyecto Beber Entre Líneas, en la ya citada bodega Solar de Samaniego, que además de otorgarle el honor de ser premiado, ha querido contribuir a la felicidad del escritor con 25.000 eurillos, que no vienen nada mal para tapar agujeros.
Situada en el pequeño pueblo alavés de Laguardia, la bodega Solar de Samaniego se circunscribe en uno de los circuitos de enoturismo más populares de nuestra geografía y, siendo, sin duda, una de las más elegantes a la par que modernas. En sus antiguos depósitos podemos encontrar las pinturas del muralista australiano Guido van Helten, unos grafitis que convierten esa sala en algo religioso. Bajando por las escaleras, está la biblioteca a la que se accede por un amplio pasillo lleno de barricas de buen vino. Un encuadre perfecto para unos premios sin grandes alaracas pero que saben como el buen vino.