“Con la iglesia hemos dado”. De esta modo expresaba Don Quijote a Sancho el inconveniente de que en los asuntos propios se mezclara la Iglesia (o cualquier autoridad) y el hastío sentido al presenciar esa intervención. Un tópico literario creado por Cervantes que desde el s.XVII se ha seguido usando por frase moderna y por seguir estando a la orden del día. Pero parece que la Iglesia ha tomado nota y quiere alejarse de esta fama inquisitoria.
Si hay una institución que a pesar de los siglos y el devenir de los años ha cambiado más bien poco, esa es la Iglesia. Muchos dicen que la religión no es una forma cultural y, por tanto, no debe cambiar al no ser un elemento de la historia pero aún así, los nuevos tiempos, los cambios en la sociedad y las necesidades que el hombre puede tener de la Iglesia y la Iglesia del hombre piden/exigen que evolucione y que lo haga ya.
Desde que el Papa Francisco fuera elegido para sustituir a Benedicto, el Vaticano ha sido toda una revolución. El perdón a las mujeres que deciden abortar, acogida a los divorciados, autocrítica por errores pasados de la Curia, reformas en la administración del Banco Vaticano y, la que más nos interesa, la clara apertura frente a los homosexuales. Un sorprendente cambio que ahora se hace extensible al lobby LGTB, tras unas duras declaraciones en las que el Santo Padre que «las parejas del mismo sexo no podrían formar familias».
Si hace unos meses, el Papa hablaba sobre la importancia de no juzgar a una persona por su orientación sexual, ahora el respeto y reconocimiento a la comunidad completa llega al hablar sobre ellos como LGTB y no como “personas con tendencias homosexuales”. Un paso hacia delante que acerca posiciones con una comunidad marginada y denostada durante años que se resiste a seguir en la sombra.
Una medida novedosa (y demasiado esperada) plasmada por escrito en el documento
Instrumentum laboris con el que la institución comienza a abrirse a los requerimientos de muchos de sus fieles y de la opinión pública, apostando por la inclusión y transformándose en una Iglesia hospitalaria sin cerrarse en ellos mismos. No sabemos cuánto tiempo le durará pero de confirmarse las nuevas coordenadas, agradecemos el giro argumental. ¡Ya era hora! ¡Por fin un Papa que escucha!
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