De todas las prácticas sexuales preferiblemente homosexuales, habidas y por haber, el cruising es la más extendida, la más practicada, la más experimentada, la más popular, la más efervescente y, por qué no, la más morbosa. Quizá aún haya personas que al decir esta palabra en alto se crean que hablamos de nuestro gusto por irnos de crucero en verano o poner el modo de conducción homónimo en nuestros coches cuando nos sentimos vagos y queremos disfrutar del paisaje pero en realidad nos queremos referir a ese tipo de sexo furtivo y de carácter pop-up en mitad de zonas públicas (generalmente parques, campos, prados o descampados) al que ya cantaban hasta los Village People (¿recuerdas aquello de “I’m a cruiser”?) y que ahora analiza sin ningún miramiento Alejandría Cinque.
La palabra ‘cruising’ proviene, según el historiador Tim Blanning, del equivalente holandés ‘kruisen’ y es que esta palabra era usada como palabra cifrada entre homosexuales que se reconocían entre sí en un tiempo en el que su inclinación sexual era perseguida. Ahora esta palabra vuelve a calentar al personal con tan solo escucharla pues es el punto de partida para que el artista madrileño Alejandría Cinque se decida a proseguir con “La trilogía de la noche” (junto a Cachorro Lozano, Jorge Algaba, Miguel Arrontes, Eloy Cruz del Prado, Diogo Belizario, Pucho de la Vega y Pato) compartiendo con los más curiosos de la sala su segunda parte.
Un show lleno de desnudos (que harían las delicias de nuestros abuelos, de haber sido gays, que iban a Perpignan para ver películas de destape) mientras un verdadero gazpacho de puro teatro, concierto, sexshop, fiesta estroboscópicas, exposición y ceremonia suceden ante nosotros con la única intención de liberar al artista multidisciplinar cañí y de diseccionar para el extraño el funcionamiento y construcción del gay, homosexual, marica, maricón, plumilla, sarasa u hombre que gusta de la compañía de otros hombres.
Una representación que llevará al Teatro Pradillo de Madrid (del 4 al 6 de abril) un trocito de la Casa de Campo de Madrid (lugar famoso entre los cruisers por ser más transitado que la Gran Vía) y en el que modo de ceremonia religiosa, Dj mediante, se irán apareciendo ante nosotros la más variopinta flora y fauna que cuando el sol acecha dejan fluir sus más íntimas y bajas pasiones mientras “la cabra que nos observa abre la boca para pronunciar unas palabras que procedían de lo más profundo del infierno: quiero morir en una discoteca llena de maricas”. Así es Alejandría Cinque, así es el cruising al que claudica… una experiencia religiosa que ni las de Enrique Iglesia o, nuestra favorita, Santa Teresa.
¿Entradas? Aquí mismo, DEAR