El verano, como todo, se agota, nos devuelve a ese otro mundo paralelo que es la vuelta a los horarios, las costumbres del día a día, los uniformes laborales y al equilibrio constante entre deber y ocio. Es por ello que, como personas precavidas que somos, comenzamos a echar un ojo a las nuevas prendas que deberían entrar en nuestro armario si lo que pretendemos es que la funcionalidad y la sofisticación sigan siendo la base argumental. Y para ello nada mejor que volver a Lanvin.
Una mirada absolutamente modernista y masculina del traje que colgado hemos dejado para dedicarnos a nuestros chapuzones del verano y que volvemos a incluir en nuestro suma y sigue del otoño/invierno que entran. Una vuelta de tuerca del diseñador creativo de la firma francesa, Lucas Ossendrijver, de plantear la herramienta de trabajo estética de muchos hombres y combinarla con una de las tendencias que seguirá marcando el devenir de los gustos del próximo año, el camuflaje, en prendas sencillas, en muchos casos minimalistas, que se desligan del cuerpo y lo encuadran.
Nuevos cortes que modernizan el perfil del hombre que pretende ir a la última sin caer en lo radical o en el victimismo que supone seguir con fidelidad los dictámenes de la moda, que en esta ocasión queda inmortalizada en una campaña firmada por Collier Schorr (con los modelos Simon Bornhall y Baptiste Perrin) y que con Lanvin, se nos ofrece esa libertad que pedimos y más, habiendo salido de días interminables de sol y playa.