Si hay algo que no se le puede negar a Jonathan Anderson es que en casi 6 años ha conseguido convertir a Loewe en un imperio absolutamente rentable. Desde que el diseñador británico recogiera el testigo de su compatriota Stuart Vevers como diseñador creativo de la firma española, esta ha sido capaz de mantener su perfil tradicional y clásico pero sin descolgarse de la modernidad y tendencias actuales. Que Loewe lo peta y lo hemos vuelto a confirmar. ¿La prueba? Su otoño/invierno 2019.
Se han necesitado 5 años y un crecimiento (han cuadruplicado el negocio) considerable de la venta de moda masculina dentro la casa Loewe para que Anderson se decida a pasar de una completa exhibición en París a un desfile sin escatimar gasto alguno. Anderson tira de estética ochentera y la reinventa hasta llevarla a su terreno. De ahí que las siluetas oversized abunden en bucle y sin medida mientras se yuxtaponen con partes de arriba y de abajo que se despegan y combinan como si del mismo estilo se tratara.
Un DIY en clave de Alta Costura que fomenta esa característica abstracción de formas con detalles puntuales que roban la atención inmediata y que Anderson domina a la perfección. Una estética de lo más artesanal a golpe de caftanes de rayas, jerséis (y camisas) que llegan a los tobillos, pantalones de chándal de cachemir, prendas de punto en tonos ocres, celestes, amarillos y oscuros, botas abiertas descomprimidas que nos hacen creer que son pantalones y que dejan el mensaje claro, la idea de que estamos ante una firma especializada en el cuero, en el cuerpo.
Una colección que no olvida la pasión por el tailoring, el fervor por no perder fuelle en esos básicos que no van a pasar de moda, una elegancia que se entiende siendo consecuente con la actualidad pero echando la vista atrás, permitiendo la itinerancia del satén al tejido Oxford y viceversa, del capricho por los apliques en piel o con piedras, el patchwork, el borreguito, la piel vuelta, las rayas, el monocromatismo singular o la combinación en plural de colores que en formato binomio saben convertirse en el ying y el yang de prendas que no pierden equilibrio y que en su locura saben cómo venderse. Atención a los guiños a la obra del alemán Franz Erhard Walther y al lujo entendido como la más aceptada de las modernidades, el golpe de efecto que tanto viste.