Cuando hablamos de Simon Porte Jacquemus, hablamos de realidad. Pocos diseñadores hay sobre la faz de la pasarela que se ajusten como este francés curtido bajo el sol sureño de la costa al minimalismo, a la sofisticación de la razón y a la funcionalidad más sobria pero colorida. Y el segundo desfile de Jacquemus para el otoño/invierno masculino no iba a ser menos.
Una nueva colección que al nombre de ‘Le Meunier’ (El Molinero) coge el relevo de su ‘Le Gadjo’ estival para dejar atrás las vistas más sanadoras y cálidas de la Marsella de su infancia para abrazar, esta ocasión, la vida rural de las colinas de Montpellier. Un giro argumental en la pequeña historia del hombre Jacquemus que más interesado por crecer que en epatar y desaparecer se mantiene con cordura y paso firme.
Simon no quiere ser como los demás, no está de acuerdo con los dictámenes de la moda por la moda y es por ello que permitió a sus modelos llegar al Palais de Tokyo en un camión blanco, momento al que siguió un breve paseo y un desayuno, sí lo que oyen, frente a una mesa repleta de quesos y cafeteras. Una puesta en escena totalmente alejada de la exuberancia de otros diseñadores que quieren dejar al respetable al borde de la falta de respiración pero que Jacquemus no pretende.
Hombres reales en y ropa demasiado real para no creerla que relega la fantasía para otro rato mientras la perfecta combinación de lo terrenal y las labores propias de las zonas más labriegas. “Tiene que ver con el trabajo, con aquellos que se levantan pronto, sobre la realidad y la ropa real que pueden llevar”, explica Simon Porte.
¿Su propuesta? Chaquetas de trabajo y pantalones anchos con botas; chalecos como complemento accesorio junto a camisas gruesas; algodón, denim y punto grueso como textiles a tener en cuenta y caquis, amarillo girasol, naranja industrial y beige como pantone particular. ¿Algo más? Sus bolsos de pequeño y gran tamaño, los bolsillos oversize, los constantes remaches dobles y triples para mayor durabilidad en prendas dispuestas para durar, dispuestas para frenar el paso del tiempo y que sigue demostrando la diversidad de una firma que vira de lo hedonista a lo funcional porque estancarse no es bueno. Prendas con nombre y modelos de muy variopinta procedencia pero que reflejan la Francia de hoy, la Francia plural.
Un desfile que más allá de convertirse en una proclama política (“no es bueno derrochar tantos mensajes para un desfile”) protesta desde la revolución juvenil, la de esos chicos que sufren pero que levantan cabeza, una colección sin mensaje más allá de lo evidente pero que bebe del campo, de la agricultura (como agricultores eran los padres de Jacquemus) y nos hace pensar si es esta la manera con la que está arando su particular futuro. Seguramente sea eso y nos encanta y más si es a lo provenzal.