En 1971, Don Siegel, el magnífico director de Harry, el sucio, Fuga de Alcatraz o La invasión de los ladrones de cuerpos –y padre cinematográfico de Clint Eastwood como realizador-, dirigió al californiano por tercera vez en un western crepuscular y claustrofóbico llamado El seductor, adaptación de la inclasificable novela de Thomas Culinan. En ella, Eastwood dio vida a un soldado yanqui herido en plena Guerra de Secesión y que acaba siendo curado y atendido en una escuela de señoritas del Sur. A partir de ese momento comienza un enfermizo juego de seducciones y rivalidades sexuales entre todas ellas para ver quién se hace con el efebo malherido, mientras él perpetra un plan para seducir más ardientemente a aquélla que pueda ayudarle a escapar. Del resultado de la misma diría el director: “Quita la máscara a esas inocentes ninfas virginales y revelarás los oscuros secretos escondidos en unas manipuladoras taimadas”. Y lo cierto es que la cinta toca algunos de los temas favoritos de Eastwood de aquellos años: violencia, sexo y venganza. Y es una verdadera joya.
Este tema, cogido por Sofia Coppola es igualmente brillante. Y de su talento como directora de la belleza y el sentir femenino sale ahora La seducción. La realizadora de Lost in translation y María Antonieta ha cogido la obra original y la película de Siegel para hacer una suerte de continuación de Las vírgenes suicidas donde el ambiente aparentemente idílico pero asfixiante y el retrato de la psique femenina se convierten en el eje central de la historia.
La película causó bastante impacto en el Festival de Cannes donde se llevó el galardón a la mejor dirección, pero, sin embargo, es difícil no pensar en su predecesora cuando se ve pese a la magnífica presencia de Collin Farrell como seductor despiadado, un papel que vaga permanentemente entre lo tentador y lo grimoso. Por otro lado, la excepcional Nicole Kidman irradia toda su elegancia y contención como directora de la escuela llena de miedos y complejos, mientras que el resto de jóvenes actrices contribuyen a crear ese mundo angelical lleno de maldad. Así, este estudio de personajes femeninos es mucho más elevado que el de Siegel –y mucho más coherente dentro de la filmografía de la directora- al tiempo que aquélla no abandona nunca su vocación de thriller sexual aterrador. Digamos que todo lo que tiene La seducción de elegante lo tenía El seductor de perversa (o pervertida).
La mejor opción sería ver primero la de Siegel y después la de Coppola, dejarnos seducir por ambas, aterrarnos ante los límites que son capaces de sobrepasar sus bellas protagonistas y sucumbir ante tanta maleficencia. Por partida doble.