La vida de un actor no siempre es un paseo de fama, algo idílico que el resto de los mortales debamos envidiar. River Phoenix era una mezcla de todas sus experiencias, un cóctel molotov de vivencias que acabarían pasando factura. No es fácil tener unos padres hippies pertenecientes a una secta, ser vegano, famoso, músico, actor, guapo y heroinómano. Sobre todo, esto último.
A los 23 años el nominado al Oscar sufrió una sobredosis en la acera, a las puertas del Viper Room, club regentado por Johnny Depp, mientras su hermano Joaquin, también actor nominado a una estatuilla, intentaba reanimarle. Cada 31 de octubre, el bar cerraba en su honor. Se truncaba así una de las carreras más prometedoras del cine, de uno de los chicos malos de Hollywood. Una cara angelical de facciones puntiagudas, una mirada que penetraba todo aquello con lo que se encontraba. Un instagramer en potencia, una estrella todopoderosa, un adolescente que habría dejado a Justin Bieber a la altura de Abraham Mateo. Una figura que, de haber nacido años después, tendría el mundo de las redes sociales a sus pies.
Considerado durante años el nuevo James Dean, desgraciadamente lo que le unía al famoso actor de los 50 fue tanto el cine como una muerte prematura. El periodista que estuvo ahí esa noche dijo que su muerte había sido producida por una speedball, una mezcla de drogas. Una perfecta analogía de lo que fue su vida, una bola rápida que nadie supo recoger a tiempo. Solo nos queda imaginar cómo se habría desenvuelto en las redes, una enorme cantidad de fotos en blanco y negro, con un contraste alto, cada mechón de su pelo resaltado, puede que esta vez sin Levi´s ni camisetas blancas, pero sí con un estilo rebelde reconocible.
Sea como fuere, River fue un nuevo icono juvenil que traspasó las fronteras del tiempo. Incluso hoy en día su carisma y su carita son el fiel reflejo del derroche de juventud. Unas facciones que nunca jamás pasarán de moda.