No es fácil llamarse Archibald Alexander Leach. Sobre todo si quieres ser actor. En ese caso, la gente te reconocerá más fácilmente si tu nombre es Cary Grant y tu profesión es actor. El caballero inglés se trasladó a la tierra prometida a los dieciséis años persiguiendo su sueño de ser actor tras una infancia difícil. Todo un cliché andante. Y, para continuar con este estereotipo, triunfó. Actor fetiche de Hitchcock, se comentaba que, además de sus cuatro esposas, tenía affaires con hombres e incluso una relación de doce años con Randolph Scott.

Habiendo explicado brevemente algunos detalles de su vida, no podemos dejar de imaginar qué habría sido de el señor Grant si hubiese jugueteado con un smartphone. Creemos que viviría de los cincuenta milímetros, que sólo se haría fotos en las calles de Nueva York y que no le veríamos sin su traje ni al salir del gimnasio. Un instagramer al más puro estilo Johannes Huebl, que, si bien no se parece demasiado físicamente (pobre Huebl), creemos que su rollo sería bastante parecido.

Puede que pocos instagramers hoy en día piensen que es buena idea curar su alcoholismo con LSD, pero ese no es el caso de nuestro querido Archibald. Fiestas de la jet set colmarían sus stories, todos filmados con un tremendo gusto, como las grabaciones hechas con su tomavistas y que se incluyen en el documental Becoming Cary Grant.

No todo lo que reluce es oro, eso lo sabemos todos, igual que sabemos que el instagram de la estrella británica sería la cumbre del postureo. Las grandes marcas se lo rifarían, las fotos promocionadas se alternarían con las imágenes de esa vida que todos queremos tener. Hugo Boss, Prada,  Armani, Rolex… Al fin y al cabo, como le preguntó aquel periodista, «a todos nos gustaría ser Cary Grant«. «A mí también», contestó él.

Posted by:Luca López Ormazabal

Madrileño de profesión, periodista de nacimiento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *