Nunca antes se había hecho en la televisión (al menos en la española porque en la BBC, sí). Apostar por un talent show que tuviera lugar en un completo taller de costura, con un grupo de jóvenes que lo mismo te hacen una falda evasé que una camisa con chorreras, que te hacen un punto cadena con sumo cuidado o te llenan la canilla de la máquina de coser con la misma destreza que tu abuela con los ojos cerrados y con un jurado compuesto por verdaderos maestros de la costura, así como futuros, podía convertirse en el acierto de la temporada o el bluf del momento en el canal de turno. TVE1 ha arriesgado pero ha ganado.
Desafiar a la competencia en el prime time con Maestros de la costura bien podía parecer un paso en falso de la cadena estatal para intentar seguir manteniendo la fiesta (y los buenos datos de share) en todo lo alto tras la despedida de la última edición de Operación Triunfo. Pocas productos podían seguir manteniendo el interés de una audiencia entregada hasta las trancas ante esa Amaia y ese Alfred sumidos en su canción, su carrera a Eurovisión y su relación amorosa (y al resto de cantantes, of course). Pese a que no ha conseguido arrasar ni desbancar a sus “enemigas catódicas” de los lunes sí que ha mantenido el tipo como piedra dura de Chipiona ofreciendo una distracción absolutamente blanca en una época en el que la vulgaridad, los trapos sucios y los gritos han asaltado nuestros televisores.
Un programa que como buen talent show que se precie cuenta con un jurado que pretende ser la santa inquisición del volante, el frú-frú y la tira bordada pero a los que se acaba cogiendo cariño y ellos a sus discípulos. ¿Quiénes son? Pues Lorenzo Caprile, María Escoté y Alejandro Palomo (Palomo Spain para el común de los mortales) con Raquel Sánchez Silva como anfitriona del salón de máquinas Singer. ¿Los concursantes? Un elenco de talentosas manos para el cosido (unas más que otras) dando rienda suelta a su creatividad más viral, su pasión por el oficio permitiendo que en el camino lo dignifiquen y lo sitúen al mismo nivel que los chefs más mediáticos de la misma cadena.
Aquí las chaquetillas blancas y bien armadas y las esferificaciones se dejan en el armario ropero porque lo que prima son la aguja, el dedal y el diseño en directa combinación con el encargo a medida, tela a usar y técnica a ejecutar. Un programa que ya en su recta final con sus cuatro finalistas ya sobre el tablero (Eduardo, Antonio, Alicia y Luisa) divierte, entretiene tanto a grandes como mayores y da que hablar durante la semana.
Un acierto de la cadena generalista al haber elegido este reality del siglo XXI sin complicaciones, de consumo rápido y diversión sobria que corta al bies con cuidado para que no ceda en la parrilla, que nos hace olvidar lo que se hilvana, se pespuntea y se corta allá fuera y con un premio al esfuerzo de sus entregados aspirantes a modistos/modistas recompensado de 50.000€ en metálico, un Máster en Diseño de Moda impartido en el IED, así como la posibilidad de exponer una colección cápsula en El Corte Inglés para el primer finalista y un curso de sastrería de un año para el segundo clasificado. Empezar así da gusto. Si, además, coges tú la aguja habrán conseguido su segundo objetivo.