Como si abriéramos una antigua casa de muñecas en la que todo lo que hay en su interior nos gustaría que fuera real para poder comenzar a redecorar cada una de las habitaciones de nuestra casa, así es la nueva colección de Gucci Décor que es una oda absoluta al buen gusto, que no pasa de moda, y al romanticismo en su más clara representación.
Alessandro Michele, diseñador creativo de la firma, lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a provocar que queramos dejarnos todo nuestro sueldo en mobiliario para el hogar y más vale que alguien nos pare. Una colección de lo más poética y sensorial que nos hace sentirnos, por un rato, un Rimbaud recibiendo cartas de amor de Verlaine pero cambiando París por el museo Atelier Canova Tadolini de Roma, escenario de esta campaña que entra por los ojos.
Un Michele que para su nueva entrega de Gucci Décor sigue ahondando en los motivos de propios de una firma que ya reconocemos, unos códigos de lo más genuinos e inspiradores que nos permiten ir dando forma con total libertad y total eclecticismo esas ideas que siempre soñamos y nunca antes nos habíamos permitido la licencia de llevar a la práctica.
Una mezcla, un totum revolutum que a través de 40 nuevas piezas (desde piezas de porcelana en colaboración con Ginori 1735 a mobiliario vintage, pasando por papeles pintados, cojines o colchas) convierten el diálogo de presente-pasado en la máxima tendencia, la prueba de que mirar atrás nunca estuvo mejor ni gozó de un mayor poderío. Te imaginas reorganizando el diseño interior de tu casa y lo sabes, truhán. Solo te faltará el batín de raso y un Remy Martin en copa de balón.