Uno de los sitios más bonitos de Madrid (y con más historia) vuelve a abrir sus puertas al comensal y nosotros nos derretimos de puro gusto. ¿Nos vemos en el Gran Café El Espejo?
Fijo que en alguna ocasión, paseando por el Paseo de Recoletos, te has topado con un bonito pabellón Art Nouveau de bonitas vidrieras y llamativas arañas de cristal. Algo común si paseas por palacio, pero de lo más especial si lo que pretendías era llegar a Gran Vía andando.
El Gran Café El Espejo fue el lugar donde allá por 1900 se reunía lo más granado de la sociedad madrileña (y turistas de postín) y hoy, este mismo lugar, es el mismo que se encarga de abrir su terraza a ese público que, desfallecido, busca un sitio en el que descansar, refrescarse y picotear sin llenarse los carrillos.
Una bonita construcción convertida en restaurante veraniego para paladares exquisitos, pero que no desean arruinarse en la experiencia. Mesas y barras marmoleadas, sillas estilo Japandi, bonitas vajillas y un trato de lo más cercano y servicial en este Gran Café El Espejo que demuestra que por él siguen sin pasar los años.
Porque da igual si buscas desayunar, tomarte el aperitivo, comer, merendar, tardear o cenar, cualquier verbo culinario va bien si eliges la mejor hora para poder elegir sitio y dejar pasar los minutos de un verano en el que te has ganado descansar.
¿Y qué pedimos? A destacar su burrata fresca de Plugia con brunoise de tomate semiseco y fresones con inyectable de pesto genovese, la ensalada de wakame con tartar de gamba roja del Mediterráneo, sus ostras frescas francesas número 3 (con un Spritz entran de maravilla), las zamburiñas con escalibada cítrica y mahonesa de kimchi, sus deliciosos puerros confitados de Mendavia a la brasa con polvo de queso, la carrillera ibérica estofada a la antigua o un espectacular steak tartar de buey cortado a mano y caviar de trufa de Piamonte, como pocas veces has probado. ¿Algo para beber? Sin duda, un Petroni.
Los que no se salten el postre ni teniendo la operación bikini ya presente, lanzaos a su tarta de camembert y brie con sablé y sal maldón. La firma Paco Torreblanca, ¿qué más se puede pedir?