¿Sabías que Touko Laaksonen, más conocido como Tom of Finland, sirvió como oficial antihéroe en la II Guerra Mundial? De ahí, comenzaron su celebrado (y célebre) interés por los tipos en uniforme (si eran alemanes, mejor). Pero, ¡ojo!, no era para nada un germanófilo. Lo suyo no era nada político, nada ideológico… lo suyo era, simplemente, algo estético y es que, más allá de el terror que supuso la IIGM para la humanidad, Laaksonen siempre pensó que los alemanes tenían los uniformes más sexys.
Tal día como hoy, pero en 1920, nacía Laaksonen, un artista gráfico que comenzaba a hacer sus pinitos en el dibujo, garabateando unas primeras escenas homoeróticas que tuvo que borrar para que nadie las viera, las conociera. En 1956 y tras mandar unos dibujos a la conocida revista Physique Pictorial que publicarían en la primavera del 57 bajo el pseudónimo de Tom. Su dibujo de dos hombres de portentosos cuerpos, en un entorno de lo más rudo y varonil en plena naturaleza y cortando leños se convertiría en portada. Se la firmaron como Tom of Finland.
Las publicaciones se fueron solapando y las colaboraciones con su pléyade de hombres en blanco y negro, exhibiendo su brío muscular embutidos en uniformes o prendas de cuero empezaron a gustar, a seducir a un público gay que tenía que esconderse para leer sus tiras cómicas y lo suficientemente pícaras como para que sirvieran de inspiración a los sueños más húmedos de nuestros abuelos (los que fueran homosexuales, claro).
Sus dibujos se convirtieron, sin duda, en icono para toda la comunidad marica (no se tome como insulto sino como apropiación gay del término) ya que subrayaban con mucho acierto lo aspiracional de la vida gay más mundana, festiva, física, sexual… Leñadores, motoristas, soldados, polis, marineros, vaqueros o chulazos en cueros (ya saben, en ropa de cuero) que cubrieron el cielo estrellado de dioses morbosos con los que fantasear pero casi nunca desnudos completamente. A él, lo que de verdad le ponía era la combinación de vestuario y hombretones.
Ser gay, décadas atrás, era un castigo, algo de lo que tenías que avergonzarte o arrepentirte… Laaksonen se encargó de dar luz, ofrecer una idea mucho más optimista del mundo gay, una visión que arrojó esa fuerza para quienes se sentían marginados, en una encrucijada social de la que no podían salir. Sus hombres llevaban con orgullo su sexualidad.
Maestro del lápiz nunca pensó que sus “dibujos sucios” fueran idóneos para el Louvre o museos del tipo. Él se conformaba con una salita lateral pero sabía que en su tiempo, el sentir contrario de un artista finlandés y de toda una generación de hombres reprimidos no se entendía… y se castigaba. Hoy, cuando todavía hay países que apedrean, sancionan, encarcelan a gays por el simple hecho de amar diferente, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) expone su trabajo como colección permanente.
El triunfo no solo del arte más libre sino del amor por encima de todo porque más allá de apolos con mostachos, calzados con botas, asistimos a la representación gráfica y cómplice de un hombre que amaba el cuerpo masculino hasta el enésimo músculo, abriendo la brecha necesaria para que los homosexuales del mundo supieran que la felicidad también es para ellos. Y a quien no le guste, pues… caldito y a la cama.
Anécdota: En abril de 2014, la empresa de correos finlandesa Itella Posti anunció que pondría en circulación una colección de sellos de primera clase en Finlandia. Fue tal éxito el que tuvo la decisión que se produjeron campañas para que fueran muchos los que enviaran cartas con estos sellos a países con leyes anti gay. Ya sabe aquello de las venganzas, los platos fríos, los sellos…