Si hay dos profesiones en las que aún parece ser tabú ser homosexual esas son las de torero y las de futbolista. O por lo menos hasta ahora.
El portero del Marbella Fútbol Club, Alberto Lejárraga, ha dejado a más de uno desconcertado con su natural celebración de su ascenso a segunda. Un besazo por toda la escuadra a su novio, sin importar el qué dirán, porque lo único que pretendía es compartir su alegría y agradecérselo a sus más allegados.
Un gesto que, además, se ha viralizado como la espuma sube pues no es normal que se den este tipo de gestos dentro de un mundo en el que aún se persigue a los hombres que besan diferente. Un gol para todos aquellos prehistóricos que aún siguen pensando que la verdadera masculinidad es la heterosexualidad, que el fútbol es cosa de machotes y nada más.
“¡Muchas gracias por estar siempre a mi lado, en las buenas y en las no tan buenas! ¡Esta vez nos tocó vivir lo bonito de esto! Gracias”, escribe Lejárraga y a nosotros solo nos queda darle las gracias (mayúsculas) a él por dar la visibilidad que el colectivo LGTBIQ+ sigue necesitando para enfrentarse a parte del público futbolero que sigue anclado en otra época: la de la poca empatía.