Quién le iba a decir a los padres del bueno de Kirk Douglas que su hijo (nacido Issur Danielovitch Demsky) llegaría a los 102 años con más ganas de vivir que muchos con la mitad de la mitad de años. Unos genes eslavos que parecen haber resultado inmortales con tan solo ver a una de las leyendas vivas del cine clásico de Hollywood, con la venia de Olivia de Havilland que le iguala en primaveras.

Un actor de carácter, de belleza casi escultórica (y un hoyuelo en el mentón que hacía suspirar) y una dilatada carrera que se extiende a 70 décadas y casi 80 películas. Proyectos que la crítica y el público aplaudieron pero que no hicieron posible que ganara ningún premio de la Academia (solamente tuvo que conformarse con 3 nominaciones en el 49, en el 52 y en el 56 y un Oscar honorífico en el 96) quizá por sus ideas de izquierdas. Aún así, Kirk Douglas siempre ha estado ahí y los mejores directores se lo han rifado.

Pese a que sus primeros pasos los dio con Lewis Milestone (El extraño amor de Martha Ivers, 1946), Jacques Tourneur (Retorno al pasado, 1947), Joseph L. Mankiewicz (Carta a tres esposas, 1949 y El día de los tramposos, 1970), Michael Curtiz (El trompetista, 1949), Billy Wilder (El gran carnaval, 1951), William Wyler (Brigada 21, 1951), Howard Hawks (Río de Sangre, 1952), Vincente Minnelli (Cautivos del Mal, 1952; El loco del pelo rojo, 1956 y Dos semanas en otra ciudad, 1962) y King Vidor (La pradera sin ley, 1955). Pero si hubo un director que supuso un punto y aparte en su carrera, ese sería Stanley Kubrick al que había conocido en 1957 cuando rodó para él Senderos de gloria, y que al ofrecerle el papel de Espartaco le estaba encumbrando a los altares del séptimo arte. Una cinta cuyo guión había sido adaptado por Dalton Trumbo (de la novela de Howard Fast) y que Kubrick pretendía atribuirse. Douglas batalló fuerte para que en los títulos de crédito apareciera Trumbo. Fue en ese momento cuando la lista negra de Hollywood (lista de nombres de la industria que se creía eran infiltrados comunistas y entre los que se encontraba Trumbo) dejó de existir.

El papel de una vida en la que no le ha faltado de nada, desde un accidente de helicóptero del que salió ileso a una trombosis que le dejaron parapléjico para, años después, sufrir una apoplejía que le privó del habla pero no de una cabeza aún en órbita y más tras seguir en los brazos de su segunda mujer Anne durante más de 60 años y bien cuidado por sus 4 hijos (con Michael a la cabeza) y una nuera como Catharine Zeta Jones que no ha dejado de demostrar en público siempre que ha podido lo mucho que quiere a su suegro. Un icono (con alzas en la mayoría de sus películas para hacerle parecer más alto de su 1,75), leyenda viva y coleando de un Hollywood de toda la vida que aún no se apaga y que sigue aprendiendo “porque este proceso continúa hasta que uno muere”. Sabio, Kirk. Aprendamos del maestro ¡Feliz cumpleaños!

Posted by:Bru Romero

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *