Se está produciendo un cambio legislativo que otorga a los animales el estatus jurídico de “ser vivo dotado de sensibilidad”. Ya era hora…
El Congreso de los Diputados ha aprobado hace poco un proyecto de ley dirigido a conseguir que los animales, “nuestros” animales, comiencen a ser considerados ante la ley seres vivos dotados de sensibilidad. La verdad es que resulta un poco desconcertante darse cuenta de que empezamos ahora, en el año 2018, a considerar a los animales jurídicamente “seres vivos”; e incluso nos hace preguntarnos por la consideración legal de nuestra mascota, ese ser que siempre corrió por casa, respiró e incluso parece que se alegra de vernos. Y es que por ahora, y hasta que se apruebe definitivamente y se convierta el proyecto en ley, nuestras mascotas son legalmente consideradas bienes, cosas, más concreta y técnicamente, “bienes semovientes”; y por tanto, como tales bienes, siempre son propiedad de alguien y susceptibles de ser vendidos, embargados o repartidos en un divorcio como un objeto más propiedad de los cónyuges sin que, en ningún caso, se tenga en cuenta su bienestar o el daño que se les pudiera causar.
Así dicho, parece algo cruel sobre todo para quienes tienen una mascota en su casa, pero lo cierto es que si pensamos en los hábitos, en las costumbres sociales sobre las que se regularon en su momento las relaciones de los animales con las personas, con sus “dueños”, no lo es tanto. Hemos de pensar que venimos de una sociedad rural, agraria y ganadera, donde los animales pasaron a formar parte de nuestro entorno como fuente de riqueza, como algo que usábamos sólo y exclusivamente en nuestro propio beneficio. Por supuesto que un pastor siempre tuvo una relación de cariño mutua con su perro o un granjero con su gato, pero en definitiva las relaciones se establecieron en base al beneficio obtenido, cuidar ganado o cazar ratones, y no en base al cariño dado o recibido. Se partió de una relación de uso, el hombre, como animal superior, usaba al resto de animales y, con la urbanización de las sociedades y las costumbres, se pasó, en general, a una relación de convivencia y sentimental (tómese el concepto en su sentido más propio, literal y, por supuesto, casto).
Tal evolución social, acompañada de una evolución en nuestro pensamiento como seres humanos que cada vez empatizamos más con el resto de los seres vivos (a excepción muchas veces del resto de los seres humanos) nos ha llevado hasta este punto en el que nuestros legisladores, siguiendo a los del resto de países de nuestro entorno (no, tampoco en esto somos originales ni pioneros) han decidido acometer una reforma integral de nuestro sistema legal dirigida a elevar la categoría jurídica de los animales y ponerlos en su lugar, empezando, parece ser aunque no se sabe cuándo, por cambiar el código civil y declarar al comienzo de su artículo 333 que: “Los animales son seres vivos dotados de sensibilidad”. ¿Toda una declaración de principios verdad?
Pero además esa declaración de principios no se queda vacía de contenido, pretende ir más allá y provocará la modificación de una serie de normas recogidas en el proyecto de ley que generará varias consecuencias prácticas. Entre otras: se limitan los derechos de los propietarios de animales obligándolos al buen cuidado y prohibiéndoles taxativamente el maltrato; se diferencia entre animales salvajes, domésticos y domesticados; se prohíbe embargarlos o constituir hipotecas sobre ellos y sus entornos; y se establece la obligación de los jueces de asegurar el bienestar de los animales en caso de divorcio de los cónyuges propietarios. Dato este último que puede resultar el más anecdótico y que más interés está generando, pues lo rechazan quienes se oponen a introducir aún más variables y cuestiones litigiosas en los procedimientos de familia y lo aplauden los propietarios de mascotas temerosos de perderlas tras un divorcio.
Carlomagno aseguraba: “Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, y quizá hoy en día haya muchos carlomagnos que han logrado este significativo avance legislativo. Aunque también es cierto que si hacemos caso a Mahatma Gandhi cuando dijo que “un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”, parece ser que gracias a estos cambios subiremos algún escalón en nuestra consideración como país civilizado.
Texto: Borja Álvarez Iglesias
Ilustración: Javier Bellota. Agradecimientos: WWW.BORJABOGADOS.ES