Y si no que se lo digan a Damiano David, líder de la banda italiana Maneskin que así lo gritaba al recoger con el resto de su banda el premio que les reconocía como ganadores del primer Eurovisión postpandémico. Una edición que pese a no ser especialmente entretenida si nos mantuvo con el alma en un puño durante las votaciones pues el primer puesto estuvo muy reñido.
Y es que aunque el marcador mantenía a Francia y a Suiza en dura pugna por alzarse con el micrófono de cristal, los votos finales del público daba un absoluto vuelco al ránking situando a los representantes italianos como indiscutibles ganadores de la noche con un tema que nos retrotrajo a la era Bowie. Un ‘Zitti e Buoni’ que más que callados y buenos (traducción literal del título) nos regalaba a una banda vestida de Etro, contoneándose de manera morbosa y al ritmo excéntrico del más puro y ambiguo glam rock. Un género que rompía con las baladas de sus principales contrincantes y que quedarán para el recuerdo de aquellos que estén siguiendo el programa de Rocío Carrasco en Telecinco.
524 puntos (de los que 328 fueron del público) frente a los 6 puntos (0 del público) de nuestro querido Blas Cantó que, a diferencia de Maneskin que partía como favorito, no conseguía convencer al jurado con su emotivo ‘Voy a quedarme’ (dedicado a su abuela fallecida por COVID-19) pese a defenderlo con una precisión vocal de 10. La misma precisión con la que los italianos ejecutaron su espectáculo poniendo toda la carne en el asador y desgarrándose frente a un público (que cumplía escrupulosamente todas las medidas sanitarias) que perdía la razón en el Ahoy de Róterdam.
Una noche que cerraba las puntuaciones con la sombra de la polémica que despertaba las imágenes en las que Damiano David agachaba su cabeza hacia la mesa de la Green Room que ocupaban y que viralizaban en las redes sociales que ya pedían la descalificación del grupo por una supuesta “esnifada”. La banda daba un paso al frente y explicaba que el gesto nada tenía que ver con lo que se les estaba culpando pues ellos no se drogan y, simplemente, habían ido allí a cantar. Nada ha podido oscurecer su objetivo. ¡Nos vemos en Italia!