La moda es excéntrica (no cabe duda), la moda es arte (tampoco podríamos negarlo), la moda es vivir de tendencia en tendencia (no seríamos capaz de llevarle la contraria) pero hay veces que la moda no es otra cosa que el lenguaje propio de una marca o diseñador a su cargo que traslada a textil sus pensamientos más locos, desorbitados y excéntricos…, sus más recónditas rarezas. Y de ellas parten extraños productos, prendas y accesorios que nos dejan igual de aterrorizados que una película de esas de sobremesa o de madrugada en la que un misterio hay que despejar. Maison Margiela tiene el suyo propio.
Desde que la firma francesa fuera creada por el belga Martin Margiela, del que se dice odia cualquier tipo de presencia mediática, el espíritu de la marca a patentar fue el vanguardismo más deconstructivista. Una corriente que supieron reflejar a la perfección pero que no siempre fue entendida por la opinión pública. Ni por los críticos de moda más expertos. Y así desde 1988.
Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo y que de la mano de la firma Diesel (actual propietario de la firma) y un apocado John Galliano (como diseñador creativo al frente), pocas excentricidades podrían producirse, un nuevo misterio nos cubre con su ambigua sombra: ¿de verdad que existe alguien sobre la faz de la tierra que sería capaz de pagar por unas zapatillas en su último aliento de vida, aquellas que rebuscando en nuestro zapatero podríamos encontrar?
No necesitamos ni a Jessica Fletcher ni al teniente Colombo para llegar a la conclusión de que sí. Aún sí que existe gente que puede llegar a desembolsar 1,400 euros (que se dice pronto) por hacerse con el modelo de zapatillas que ves abajo y que no es otra cosa que la versión en alta costura de lo que tu madre describiría como “esas zapatillas que están para tirar a la basura y como no lo hagas el día menos pensado las arrojaré por la ventana”.
Una pieza de calzado que los almacenes Neiman Marcus han colocado en sus estanterías para asombro de muchos e interés fashionista de otros tantos que no dudarán ni un segundo en hacerse con el accesorio de la temporada, aquel que tantos hashtag incendiados ha producido, convirtiéndose en trending topic, abriendo el debate que cuestiona el criterio comercial de las firmas que dictan nuestra dirección cada temporada. Lo dicho, un misterio.