De la cima a la sima y, de ahí, a la cima otra vez. John Galliano ha demostrado que es capaz de reinventarse no una, sino mil veces y, de paso, redefinir la estética del lujo contemporáneo. Resucitó Dior y ha llevado a Maison Martin Margiela a nuevas cotas de libertad creativa. Y lo mejor de todo: ha sabido encontrar su propio camino y ser, al final, su mejor creación. Él mismo.
Desde bien guacho, siempre he tenido una tendencia a la espantajería y a la mamarrachez, desde bien chiquitico; ¿por qué?, pues te lo voy a decir: porque tengo eso”. John Galliano, poseído por el espíritu manchego-punk de Joaquín Reyes, nos da las claves de su libertad creativa en esa joya del humor absurdo que era Celebrities, sección de culto de Muchachada Nui, que predijo el ascenso y caída de este mito del diseño de moda. Un año después, en 2011, el grupo LVMH le despedía precisamente por eso: por mamarracha. Bueno, por eso y por alcohólica, politoxicómana y xenófoba.
Pero más que un problema de xenofobia, era un tema de estrés: en esa época, Galliano producía seis colecciones de prêt-à-porter para Dior y su propia marca, además de las de alta costura. “En esa época yo tenía mucha presión y no encontré otra salida que el alcohol y las sustancias”, dijo dos años después en una entrevista-confesión a la CBS. La escena de un Galliano, chuzado como una bota, en una terraza gay en Les Halles, gritándoles a dos turistas: “Amo a Hitler, gente como tú debería estar muerta. Tu madre y tus abuelos habrían sido gaseados”. A lo que las dos pobres víctimas increpadas, muertas de la risa, le preguntan: “¿Tienes algún problema?”. La respuesta de Galliano es otra obra maestra del humor conceptual: “Sí, ¡que eres fea!”. Su problema, en realidad, no es que fuese antisemita, sino que era —y es— un esteta. Y para un esteta, levantarse por la mañana y contemplar al espejo tu cara, esa máscara abotargada, tras una noche de farra… Ay, John, eso no hay vodkatónic que lo arregle.
La industria de la moda, la misma que se rasga las vestiduras cuando habla de anorexia, pero le pide a una modelo que pese cinco gramos “comiendo de todo”, reaccionó en plan todos-a-una-Fuenteovejuna: “¡A la hoguera con él!”. Dicho y hecho, durante un año, su nombre se convirtió en un tabú, una especie de conjuro: si pronunciabas su nombre ante el espejo siete veces, tu Dior se convertía en un fake low cost. Hasta que llegó a Anna Wintour, que también tiene su corazoncito oculto tras sus gafas de sol, y le dijo: “John, cariño, vamos a hacer una cosa: te vamos a internar en una clínica, te vas a limpiar por dentro (y por fuera, quítate esas extensiones ¡ya!) y yo voy a hablar con mi amigo Óscar de la Renta para preparar tu rentrée en la industria”. Dicho y hecho, Galliano se internó en un maison de santé y, poco después, se presentaba su primera (y única) colaboración con de la Renta, ya que ambos diseñadores no llegaron a ponerse de acuerdo. “El equipo de Óscar no estaba dispuesto a pagar el dinero que John pedía para formar su propio equipo creativo, como patronistas y especialistas que el atelier tenía que incorporar”, informó la empresa en un comunicado.
Poco antes, Galliano había denunciado al gran dragón del lujo, el grupo LVMH, por trece millones de euros como indemnización por su (supuesto) despido improcedente. La sentencia fue un jarro de agua fría, como un whisky on the rocks: se consideró que el despido estaba más que justificado (“Amo a Hitler” no es el claim más adecuado para una camiseta couture, es mucho mejor meter algún guiño feminista) y Galliano tuvo que pagar una indemnización simbólica a cada una de las firmas que había denunciado: un euro. Eso sí, poco antes Galliano había conseguido resucitar lo que muchos daban ya por muerto: su carrera.
Un mes antes de la sentencia, Maison Martin Margiela anunció quién era su nuevo director creativo: John Galliano. Su debut, la semana de Alta Costura en enero de 2015, fue una revelación: el genio continuaba intacto, adaptado al lenguaje y el ADN de la casa, pero aún así cien por cien Galliano. Un cóctel de referencias que incluye la historia de la moda —pero historia de verdad, desde la corte zarista de Catalina de Rusia a Paul Poiret—, pasando por referencias cinematográficas, étnicas, cultura pop y arqueología pura y dura (la colección de primavera de 2004 de Alta Costura para Dior basada en el antiguo Egipto pasará a la historia de la moda como uno de esos momentos mágicos que definen un antes y un después en la industria, como el desfile de la colección Corolle de Monsieur Dior que redefinió el New Look).
En la actualidad, la vida de John Galliano es la de Juan Carlos Antonio Galliano Guillén, su verdadero nombre. La tendencia a la espantajería siempre estará ahí, pero mitigada. Aquellos míticos paseos por la pasarela disfrazado de Napoleón, torero o clochard deluxe han pasado a la historia. La moda y el lujo ya no son lo que eran: hoy toca salir vestido con bata blanca, riguroso, austero, conceptual. Muy MMM. Pero también muy Galliano, porque “tienes que ser tú mismo, lo que pasa es que hay gente que siendo ella misma son mierdas secas y otros que somos geniales”.
Ilustración: Alessio Bruno @ab81_