En la madrugada de tal día como hoy, pero en 1969, se acuñó lo que hoy entendemos como Orgullo Gay. Las revueltas en el famosísimo club privado Stonewall Inn de Nueva York permitieron que por vez primera, el hasta ahora lobby LGTB de la época se enfrentara al escuadrón de la división Moral Pública (que de moral… poca) y que se abriera una grieta en aquel armario que unos y otros (unos por imposición y otros por persecución) seguían teniendo cerrado.

El Departamento de Policía de Nueva York pidió perdón, el pasado 6 de junio, a la comunidad LGTBI. Según James O’Neill, su comisionado, “las acciones llevadas a cabo por las autoridades policiales en el Stonewall Inn estuvieron, simple y llanamente, mal”. Pues ya era hora. Han tenido que pasar nada más y nada menos que 50 años para reconocer el error cometido. Una redada a la que siguió una reyerta de casi dos horas en la que gays, lesbianas, transexuales y travestidos se levantaron contra las fuerzas de la autoridad en el momento que una mujer (que estaba siendo conducida a empujones a un furgón) les espetó aquello de: “¿Es que no vais a hacer nada?, ¿Por qué no hacéis nada?”. Un click en las cabezas de todos aquellos reprimidos (por imposición, que no se os olvide).

“¿Cuándo has visto que un maricón contraataque?… Ahora los tiempos estaban cambiando. El martes fue la última noche de sandeces… Predominantemente, el tema era: ‘¡esta mierda tiene que parar!’”. Participante de la contienda.

La última gota que desbordó un vaso lo suficientemente cargado como para que no se derramara. Años de insultos, malas caras, marginaciones, persecuciones encubiertas (y qué más os voy a contar que no sepáis) que como ingredientes explosivos de una olla a presión explotaba en la cara de todos los presentes aquella madrugada que reclamaban lo arrebatado, que exigían libertad y que decidieron que esa noche no agachaban el cogote.

Pese a que las Fuerzas Especiales de la policía pusieron fin a la disputa hacia las 4 de la madrugada, el germen de lo que hoy entendemos como Orgullo Gay se empezó a propagar por el mundo y permitió que, al fin, todos los LGTBI del mundo enarbolaran con orgullo la bandera de la tolerancia, la inclusión y la igualdad (aún no conseguida en su 100%) y alzaran la voz contra todos aquellos que siguieran pensando que esta manera de vivir y sentir era/es una enfermedad.

 

 

Un argumento de película si no fuera porque la película no era tal sino la realidad más cruda que, 50 años después, seguimos pudiendo celebrar gracias a esos valientes que dieron el paso al frente. Una celebración que festejamos con orgullo, con nuestro pensamiento puesto en nuestros antecesores, en todo lo conseguido y lo que queda por bregar y no, simplemente, en las festividades propias de aquellos que echan el ancla en lo meramente superficial, en una oportunidad para hacer suya una bandera y aprovecharla por puro marketing (como San Valentín, Navidad…)l, para sacar provecho económico de ello (como si le importara la comunidad LGTBI) y que deben pensar que por vestir de arcoíris es suficiente.

No pierdan el norte y festejen todos los colores de esta bandera creada por Gilbert Baker que es lucha, igualdad, inclusión, tolerancia (no nos cansaremos de decirlo) y no, solo, subirse a una carroza, empinar el codo (y otras cosas) hasta no poder más y follar hasta que no nos dejen.

 

Posted by:Bru Romero

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

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