Si ya has echado un ojo o te has empapado de algunos de los contenidos de nuestro último número (con una exultante Ágatha Ruíz de la Prada en primera plana) seguramente habrás podido comprobar cómo cada vez nos preocupan más las historias reales, esos personajes y temas menos conocidos (o no tan mediáticos) pero que tienen ese punto que los hace únicos, mágicos, novedosos y que, sin duda, despiertan todo nuestro interés. Un nuevo giro argumental que nos permite abarcar tanto a personajes que quizá no tengan esa exposición que les hace copar titulares o temas que se venden solos, sangre fresca, nuevos horizontes que nos interesan de la misma manera que quedamos embobados con el trabajo, por ejemplo, de la diseñadora Carlota Barrera, una cara conocida para los más interesados en el buen vestir pero quizá algo menos para aquellos que nos leen buscando ideas, inspiración o, simplemente, que les presentemos a nuevos talentos por descubrir. Vas por el buen camino.
Cuando muchos luchaban por sentarse en el front row de los desfiles más jugosos y con bien de caras conocidas por metro cuadrado, nosotros nos frotábamos las manos con el OFF de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid, en particular con el broche final: Carlota Barrera. Una joven gijonense formada en los conocidos Central Saint Martins e Instituto Europeo di Design que presentaba The Matador and the Fisherman (El torero y el pescador), una primera colección con la que tomaba la alternativa en el ruedo patrio y que inspirada en la poesía novelada de un Hemingway mirando al mar y el precioso traje de luces del torero (solo su uniforme, nada de cuernos ni toros en vinagre) viste al hombre potente (es una línea masculina) que pretende pasar desapercibido pero que dado su rotundidad y buen gusto estético consigue el resultado contrario.
Una colección bonita-bonita en tiempos en que lo masculino parece seguir interesando a una pasarela que desde sus orígenes ha mantenido en las prendas de prêt-à-porter femenino su única hoja de ruta pero que gracias a Moisés Nieto, Jarabowtie, Amaya Arzuaga, Pablo Erroz, Eugenio Loarce, Davidelfin o Etxeberría avanza a paso valiente y mucho garbo en el armario.
Una apuesta que, en el caso de Barrera, enfrenta al hombre con la bestia, la pura belleza con la funcionalidad más práctica, la delicadeza frente a la brutalidad más franca. Prendas que, en muchos casos, hablan por sí solas gracias a sus constantes guiños a la sastrería de siempre, la más tradicional, y a esos oficios y técnicas manuales de antaño como la cestería, los bordados o el trabajo en piel que adquieren, gracias a la diseñadora, un lavado de cara en contemporáneo, una puesta a punto que no pasa desapercibida ni para el hombre que no siempre atiende hasta el más mínimo detalle.
Una colección sencilla, sin grandes alharacas que vuelve a redefinir el concepto de masculinidad a golpe de una clara contención en color, materiales como la lana, la seda, el algodón y, atención, el mimbre, en toreras, camisetas de tirantes y pantalones de pinzas y tiro alto que perfilan una figura ya de por sí bien cincelada. Propuestas que, ayudándose de sisas al aire, juegos de volúmenes y ese coqueteo inherente y constante del caballero de origen humilde pero que se sabe elegante, no defraudan ni a crítica ni, mucho menos, a público que quedan enamorados del talento Barrera, de las fibras naturales del artesano Javier Sánchez Medina (¿se acuerdan del artista cuyo trabajo en mimbre enamoró a la mismísima Sarah Jessica Parker en su última visita a nuestro país?), el calzado de Steve Mono made in Ubrique y de 20 salidas sobre la pasarela donde la fuerza, la artesanía, la belleza y el carácter más vanguardista salieron por la puerta grande. ¡Bravo!