En su lucha por dar de qué hablar y no dejar a nadie indiferente, Demna Gvasalia vuelve a la carga con una propuesta que dejará a los nuevos y más fervientes amantes de la firma española (en manos de Kering) totalmente satisfechos.
Si Cristóbal Balenciaga se levantara de su tumba, se volvía al hoyo y mandaba que lo enterraran más hondo. Y es que la firma que creó en San Sebastián en 1917, nada tiene que ver con lo que es ahora. Un renovarse o morir que mató a todo lo que se parecía a Balenciaga hasta 1972 y que ya en nuestra era, responde al único interés de mezclar todas las tendencias habidas y por haber en el momento y hacer de ellas pura moda apelando al afán consumista del comprador pierde la cabeza por un logo.
Así, y en las manos del diseñador creativo georgiano, Balenciaga levanta el telón de una primavera/verano 2024 para jugársela al lado más artesanal y sartorial de la moda. Un giro 360º con el que trata de hacernos olvidar el desagradable patinazo que tuvo hace unos meses (y por el que recibió millones de críticas), y que permite a Gvasalia recogerse en la sastrería que domina tan bien.
Todo un alarde de cortes amplios, pliegues, siluetas oversize, lana británica y mucho efecto 2D para recrear un universo Balenciaga que sin caracterizarse por la novedad, sí ahonda en la idea de apostar por looks que nos valga tanto para el trabajo como para salir de parranda. Versatilidad y funcionalidad para montar y desmontar a tu antojo tu look, y para hacerlo de un modo totalmente sostenible. Así, Gvasalia tira de LUNAFORMTM (material parecido al cuero, pero resultante de la fermentación de la nanocelulosa) y de un modelo nuevo de zapas, las «Cargo», en microfibra y malla, para seguir rompiéndonos la cabeza, y la chequera de los que piquen. El tipo lo sabe hacer bien para reinventarse.