Viajar por el universo y perderse entre nebulosas, estrellas, supernovas o exoplanetas puede que haya sido un sueño muy recurrente desde que éramos niños y es que no hay infancia, por muy difícil que haya sido, que no nos haya permitido mirar al cielo e imaginar cómo sería la vida allá arriba y a tantos años luz de nuestro planeta. Un universo en el que nada ocurre porque sí dado que la precisión y el milímetro con la que todo está dispuesto responde únicamente a la necesidad de que la naturaleza mantenga su curso. Algo parecido pasa con la firma relojera A. Lange & Söhne, una firma diferente de acabados exclusivos, movimientos propios, ediciones muy limitadas y que pese a no ser tan conocida como el resto de manufacturas para el gran público pertenece al grupo Richemont (que también lleva Cartier, Panerai, Jaeger-LeCoultre, Piaget…).
¿De dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿de qué manera pretendemos dejar huella y que se nos recuerde? Son preguntas que topándonos frente a frente con la Vía Láctea o una luna llena y refulgente, desde el telescopio Grantecán de un observatorio como el del Roque de los Muchachos en La Palma o en uno de nuestros paraísos a cielo abierto favoritos, nos hemos hecho en algún momento. También A. Lange & Söhne. Ser el pequeño gran orgullo de la relojería alemana no es poca cosa. Tampoco sus 172 años de historia.
Una firma fundada en Sajonia por Ferdinand Adolph Lange que ha puesto durante sus casi dos siglos de recorrido (pocos pueden decir lo mismo), todos los mecanismos necesarios para marcar los tiempos de una década tras otra. ¿Su punto más álgido? Haber sido una de las marcas tras los relojes de observador para pilotos de la Luftwaffe alemana durante la Segunda Guerra Mundial y antes de que la empresa se nacionalizara perdiendo así su presencia como independiente. El empeño de Walter Lang, bisnieto del fundador, y el apoyo de la compañía suiza IWC permiten que sea en la década de los 90, la vuelta a primera línea de los relojes A. Lange & Söhne, un sello que no se amilana y sigue apostando por su fabricación como clave de su éxito.
Colecciones como la Lange 1, Saxoni, 1815, Richard Lange, Zeitwerk, Tourbograph, Double Split y en particular relojes como el Saxonia Fases de la Luna, el Lange 1 Tourbillon Perpetual Calendar, el Richard Lange Jumping Seconds o la más reciente y última variante del 1815 Cronograph solo confirman la autenticidad de unos mecanismos 100% hechos en casa, precisión no apta para aquellos por los que no corra sangre coleccionista y exclusividad de unos acabados en platino y oro.
Una perfección en forma y contenido que no entiende de grandes alharacas y sí de seguir marcando un tiempo que no debemos perder y que como el inescrutable universo sigue, en un segundo plano, manteniendo su curso, siendo fiel a su propia naturaleza y progreso y permitiéndonos rozar con nuestras muñecas las estrellas.