“¿Cómo te sentirías si tuvieras que besar a un travesti de 158 kilos?” / “Estoy seguro de que he besado muchísimo peor”. Al actor Tab Hunter no le gustaban las etiquetas y cuando el director de cine John Waters le preguntó aquello, Hunter no dudó ni un segundo en darle la réplica a Divine en aquella joya del cine camp, que quería convertirse en mainstream, llamada Polyester (1981) y a la que años después, en 1985, volvía en formato western con Lust in the Dust. Una carrera que vigorizaba sin perder su galanura que le había hecho convertirse en estrella carpetera en la era dorada de Hollywood y que hoy se apaga un poquito más debido a su pérdida, tres días antes de cumplir 87 años.

Cuando en los 50, Tab Hunter empezó a hacer sus primeros pinitos en la meca del cine en películas como Island of Desire (con Linda Darnell), Colinas Ardientes (con Natalie Wood), That Kind of Woman (con Sophia Loren) o The Pleasure of His Company (con Debbie Reynolds), James Dean, Cary Grant, Clark Gable o Gary Cooper eran sus duros competidores. Hunter supuso la bocanada de aire fresco que esas jovencitas universitarias necesitaban para olvidar a los galanes que tanto gustaban a sus madres.

Su contrato con la Warner fue uno de los últimos en firmarse como exclusivos del estudio y pese a que entre los 50 y los 90, en que se mantuvo activo, filmara casi 50 películas, nunca su carrera despegó absolutamente. No así el mito, su aura de estrella de cine o sus dotes para la canción que, gracias a su tema Young Love, permitió que en 1957 se situara en el primer puesto de Billboard. Eso sin contar su enorme belleza que admiraron tanto mujeres como hombres pero de la que solo pudieron disfrutar estos últimos al no ser, digamos, todo lo hetero que se esperaba de él. Vamos, que le gustaban más unos tirantes que un liguero en la pantorrilla.

Pese a que Tab Hunter nunca intentó ocultar su homosexualidad, los grandes estudios no permitieron que una de sus estrellas llevara una vida desordenada. Múltiples fueron los romances que tuvieron que inventarse para enmarcar ese bonito sueño americano de oropeles y luces de candilejas pero a pesar de ello, Hunter en su vida privada seguía con su vida de hombre que gusta de compañías masculinas. ¿Su historia de amor más duradera? La que le relacionó con Anthony Perkins durante 3 años y que tras conocerse en aquella piscina del Chateau Marmont, provocara que tuvieran que salir tantas y tantas veces en citas dobles (acompañados de supuestas novias, evidentemente) para no levantar sospechas. Pese a que Perkins llevara su vida personal muy en secreto, dado que su intención era seguir trabajando en el cine y forjando su imagen de estrella, Hunter, mucho más desinhibido, no se perdía ninguna de aquellas fiestas de pijamas que tanto gustaban a Rock Hudson.

Pese a que Hunter llevara con aquella normalidad su orientación sexual, sin tener que caer en las terapias psiquiátricas a las que se sometió Anthony Perkins para intentar curarse, no sería hasta 2006 año en el que publicó su autobiografía Tab Hunter Confidential: The Making of a Movie Star, con la que salía del armario de manera pública, en lo que ya era un secreto a voces. Pese a esto, el libro se convirtió en todo un best seller, convertido años más tarde en documental (puede verse en Netflix), y germen para un biopic contando la bonita (pero complicada) historia de amor junto a Tony (que ya os contamos en Dear) y que parece seguir adelante con J.J.Abrams como director.

Convertido en icono gay y conservando esa belleza cinceladaque tantas cabezas hizo girar, Hunter se libraba de aquella losa que la doble moral americana obligaba y se refugiaba tranquilamente en su rancho de Santa Bárbara junto a su última pareja Allan Glaser a la que conoció en el 85 en el set de rodaje de Lust in the Dust.

Atrás quedaron sus años como “chico suspiro”, “jovencito de  la puerta de al lado” y aquel fervor uterino que dejaba entre sus fans más dóciles y entregadas. Una vida de fama y estrellato que nunca le interesó especialmente dada su pasión por la vida tranquila, la soledad y los caballos y con la que al final de sus días se congració mientras vivía abiertamente su vida como hombre gay. Unas alas cortadas durante sus años de protagonista, las riendas de toda una vida retomadas como verdadero acto de justicia poética y ovación de un público que no le abandonó sino que siguió aplaudiéndole hasta el final. Un hombre que nunca se sintió actor sino un producto más de lo estudios que salía en películas y al que le daba igual gustar o no porque sentía que estaba aquí para ser la mejor buena persona que pudiera ser (o le permitieran). Coherencia hasta el final. ¡Buen viaje, Tab!

Posted by:Bru Romero

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

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