Lo de Sergei Polunin roza lo insoportable. No hay derecho que tanta perfección se den cita en un solo cuerpo. Verle es una alegría en todos los sentidos. Y es que si con tan solo diez años (cuando era solo estudiante de ballet) explicaba que su única objetivo en la vida era convertirse en un grácil y bello bailarín para que verle en acción fuera una situación de lo más placentera, desde luego que lo ha conseguido.

En nuestra memoria aún teníamos esas imágenes de Nijinsky, Nureyev o Barýshnikov, en las que de jóvenes parecían efebos como salidos de cualquiera de las películas de Pasolini. De mayores seguían manteniendo el talento de permitirnos soñar viéndoles actuar. Hoy, es Sergei Polunin el que recoge el testigo como chico malo de la danza clásica que transforma en contemporánea, si así lo desea, porque lo suyo es saltarse las reglas. El bailarín más joven en llegar al Royal Ballet de Londres que en 2016 nos dejó a todos la boca bien abierta tras ver el documental Dancer en el que descubríamos a un artista atípico fiel a sí mismo.

El ucraniano al que supo filmar, a la perfección y sin desaprovechar ni uno de sus músculos, el fotógrafo David LaChapelle en esa coreografía Take me to the Church de Hozier que aún nos sigue haciendo vibrar de gusto al volverla a ver e incluso regalar algún instante de pura fantasía (sexual, sí, sexual).

Ahora, tras dirigir su primer espectáculo y pasearse por películas como Asesinato en el Orient Express, Gorrión Rojo, The White Crow y El Cascanueces (próximamente en cines), vuelve a regalarnos un nuevo proyecto visual en el que se enfrenta al fotógrafo Rankin. Un trabajo para Hunger TV en el que se marca una interpretación del Tempo de los Husky Loops mezclando clasicismo y puro rock. Un videoclip que nos deja con ganas de más. Quizá otro de los talentos de los que merecen la pena de verdad. Juzguen ustedes. 

Posted by:Bru Romero

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida, antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos.

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